viernes, 3 de enero de 2014

Stanley Park my love




Como había leído en muchos sitios de internet que lo mejor de Vancouver era el Stanley Park, decidí que eso iba a ser lo primero que quería visitar. Incluso leí un comentario de un tipo que decía que ese era su lugar favorito en el mundo, y yo pensé ok, debe ser bonito, pero come on! es sólo un parque! No puede ser tan increíble, así que con algo de incredulidad partí una mañana luego de mi primer desayuno gratis en el hostal, bien abrigada, aunque nada es suficiente para pasear por un parque con -8°C en un hermoso día soleado.

Me fui caminando desde el hostal por Robson Street –una de mis calles favoritas después de un tanto- hasta Devorian Harbour Park donde el agua en el muelle estaba congelada y los pájaros caminaban tranquilamente sobre las aguas como si nada. El parque comienza unos pasos más allá y empiezas a ver la ciudad desde un punto más alejado, tranquilo y asoleado, caminas por una costanera alrededor de la península que conforma el parque, compartiendo la ruta con  algunos gansos que caminan tranquilos, ardillas y un montón de pájaros. Ciclistas y patinadores tienen su ruta diferenciada y todo funciona perfectamente en armonía. Es hermoso. Caminé a lo largo de la costanera enamorándome perdidamente del lugar.

La ciudad de Vancouver y el muelle vistos desde Stanley Park

Devorian Harbour Park

Stanley Park
 
Gansos paseando por el parque

Stanley Park

Totem pole de Stanley Park

En la ruta están los Totem pole, que son grandes árboles que los aborígenes norteamericanos tallaban en la madera con figuras de animales y criaturas mágicas, como conmemoración de un clan, el prestigio de una familia o cosas así. Me compré un chocolate caliente para capear el frío y me senté en una banca frente a la imponente ciudad de Vancouver. Me sentí increíble. Fue uno de esos momentos de iluminación en tu vida donde sientes que todo es absolutamente perfecto, donde te das cuenta que eres inmensamente privilegiada de estar donde estás, y sólo puedes agradecer y ser feliz. No hay espacio ni tiempo para nada más. Ahí, en ese momento, con mi chocolate caliente en las manos disfrutando de los tibios rayos del sol, en medio de mi profundo enamoramiento por Stanley Park -comprobando al mismo tiempo por qué amaban tanto este parque los que escribieron sobre él en internet y sin embargo aún no sabría explicarlo bien-, fue cuando me enamoré perdidamente de Vancouver y decidí que era la ciudad más bella que había visto en mi vida. Así de simple. 

La vista de la ciudad que tenía desde un banco en el Stanley Park, mientras me tomaba el chocolate caliente y pensaba cuán feliz estaba siendo en ese instante de perfección absoluta
 
En compañía de mi Journal Travel

Mi dia conmigo en Stanley Park

Fue un día hermoso. Caminando me encontré con el Vancouver Aquarium pero no quise entrar, fui a ver un mini tren y una mini ciudad de navidad en medio del bosque entre grandes árboles –estos “norteamericanos” y su fanatismo por la navidad es insuperable-, bordeé parte del parque hasta el Faro y vi las ardillas haciendo ocupación de sus tierras al atardecer. A las 4 de la tarde ya estaba algo oscuro así que decidí que era tiempo de volver. Caminé por nuevas calles en el centro de la ciudad, volví al hostal por el resto de comida Thai del día anterior –una tremenda porción que tuve que pedir para llevar- salí de nuevo a vitrinear a las tiendas con descuentos fabulosos –y ahí es cuando un pequeño porcentaje más de odio crece en contra de Chile que siendo un país pobre tenga precios mucho más caros que un país desarrollado- y me fui temprano a la cama para poder salir temprano al día siguiente a lo que yo esperaba sería el gran Highlight de Vancouver, el Capilano Bridge Suspensión Park. Esa noche dormí con la sonrisa estampada en la cara, estaba disfrutando de mi tiempo sola en un lugar increíble y –aunque extrañé harto a Eduardo- disfrutaba de mi propia compañía a concho. Estaba viviendo un sueño.

El Faro de Stanley Park y la vista de North Vancouver

Senderos dentro del Stanley Park

Los árboles del bosque en Stanley Park
La pequeña aldea de navidad en Stanley Park
Aldea de navidad

Atardeciendo
Ardilla laboriosa
Al atardecer aparecen un montón de ardillas que ni se inmutan por la presencia humana, y los lugareños tampoco parecen impactarse por la soltura con la que recorren el parque
Caminando sobre las aguas
Frente a Thurlow street, Vancouver


Vancouver Convention Centre

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