Como había leído en muchos sitios de internet que lo
mejor de Vancouver era el Stanley Park, decidí que eso iba a ser lo primero que
quería visitar. Incluso leí un comentario de un tipo que decía que ese era su
lugar favorito en el mundo, y yo pensé ok, debe ser bonito, pero come on! es
sólo un parque! No puede ser tan increíble, así que con algo de incredulidad partí
una mañana luego de mi primer desayuno gratis en el hostal, bien abrigada,
aunque nada es suficiente para pasear por un parque con -8°C en un hermoso día
soleado.
Me fui caminando desde el hostal por Robson Street
–una de mis calles favoritas después de un tanto- hasta Devorian Harbour Park
donde el agua en el muelle estaba congelada y los pájaros caminaban
tranquilamente sobre las aguas como si nada. El parque comienza unos pasos más
allá y empiezas a ver la ciudad desde un punto más alejado, tranquilo y
asoleado, caminas por una costanera alrededor de la península que conforma el
parque, compartiendo la ruta con algunos
gansos que caminan tranquilos, ardillas y un montón de pájaros. Ciclistas y
patinadores tienen su ruta diferenciada y todo funciona perfectamente en
armonía. Es hermoso. Caminé a lo largo de la costanera enamorándome
perdidamente del lugar.
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La ciudad de Vancouver y el muelle vistos desde Stanley Park |
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Devorian Harbour Park |
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Stanley Park |
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Gansos paseando por el parque |
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Stanley Park |
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Totem pole de Stanley Park |
En la ruta están los Totem pole, que son grandes
árboles que los aborígenes norteamericanos tallaban en la madera con figuras de
animales y criaturas mágicas, como conmemoración de un clan, el prestigio de
una familia o cosas así. Me compré un chocolate caliente para capear el frío y
me senté en una banca frente a la imponente ciudad de Vancouver. Me sentí
increíble. Fue uno de esos momentos de iluminación en tu vida donde sientes que
todo es absolutamente perfecto, donde te das cuenta que eres inmensamente
privilegiada de estar donde estás, y sólo puedes agradecer y ser feliz. No hay
espacio ni tiempo para nada más. Ahí, en ese momento, con mi
chocolate caliente en las manos disfrutando de los tibios rayos del sol, en
medio de mi profundo enamoramiento por Stanley Park -comprobando al mismo
tiempo por qué amaban tanto este parque los que escribieron sobre él en
internet y sin embargo aún no sabría explicarlo bien-, fue cuando me enamoré perdidamente de
Vancouver y decidí que era la ciudad más bella que había visto en mi vida. Así
de simple.
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La vista de la ciudad que tenía desde un banco en el Stanley Park, mientras me tomaba el chocolate caliente y pensaba cuán feliz estaba siendo en ese instante de perfección absoluta |
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En compañía de mi Journal Travel |
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Mi dia conmigo en Stanley Park |
Fue un día hermoso. Caminando me encontré con el
Vancouver Aquarium pero no quise entrar, fui a ver un mini tren y una mini
ciudad de navidad en medio del bosque entre grandes árboles –estos “norteamericanos”
y su fanatismo por la navidad es insuperable-, bordeé parte del parque hasta el Faro y vi las
ardillas haciendo ocupación de sus tierras al atardecer. A las 4 de la tarde ya
estaba algo oscuro así que decidí que era tiempo de volver. Caminé por nuevas
calles en el centro de la ciudad, volví al hostal por el resto de comida Thai
del día anterior –una tremenda porción que tuve que pedir para llevar- salí de
nuevo a vitrinear a las tiendas con descuentos fabulosos –y ahí es cuando un
pequeño porcentaje más de odio crece en contra de Chile que siendo un país
pobre tenga precios mucho más caros que un país desarrollado- y me fui temprano
a la cama para poder salir temprano al día siguiente a lo que yo esperaba sería
el gran Highlight de Vancouver, el Capilano Bridge Suspensión Park. Esa noche
dormí con la sonrisa estampada en la cara, estaba disfrutando de mi tiempo sola
en un lugar increíble y –aunque extrañé harto a Eduardo- disfrutaba de mi propia
compañía a concho. Estaba viviendo un sueño.
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El Faro de Stanley Park y la vista de North Vancouver |
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Senderos dentro del Stanley Park |
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Los árboles del bosque en Stanley Park |
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La pequeña aldea de navidad en Stanley Park |
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Aldea de navidad |
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Atardeciendo |
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Ardilla laboriosa |
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Al atardecer aparecen un montón de ardillas que ni se inmutan por la presencia humana, y los lugareños tampoco parecen impactarse por la soltura con la que recorren el parque |
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Caminando sobre las aguas |
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Frente a Thurlow street, Vancouver |
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Vancouver Convention Centre |
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