viernes, 31 de enero de 2014

Run run away




El plan post-escape fue conocer la isla sur. No teníamos trabajo ni casa así que nada nos ataba a ningún sitio y siempre habíamos postergado el conocer Nueva Zelanda por trabajar y ahorrar. Esa noche fuimos a la casa de unos amigos chilenos en Christchurch, nos esperaban con cervezas frías y una cama improvisada en el suelo. Fue una noche maravillosa. Al otro día despertamos a la hora que quisimos y después de almorzar con ellos una carbonada increíble, partimos al sur a media tarde. Escuchando “I want to break free” de Queen -qué otra podía ser?-, con las ventanas abiertas y sintiéndonos de maravillas, nos fuimos a nuestro primer destino: Queenstown.


Desde hacía más de un año antes de eso que venía siguiendo el Blog de la Fer, una chilena que se había ido a NZ y mientras yo terminaba mi tesis encerrada en mi pieza soñaba con cada post que subía, con conocer los mismos lugares y básicamente, con conocer Queenstown. Así que no podía ser otro el primer destino de nuestro recorrido. Desde Christchurch es bastante lejos, así que paramos en la carretera para dormir un poco y llegamos a la madrugada siguiente a lo que ya era mi gran sueño: el hermoso Queenstown. Y sí, es un sueño. En medio de las montañas y frente al lago, Queenstown es el lugar más turístico que conocí en Nueva Zelanda, el 80% de la gente que caminaba por las calles iba con una tabla de snow bajo el brazo. El centro de la ciudad se compone principalmente de agencias de turismo ofreciendo paquetes para los centros de esquí y otras atracciones alrededor de la zona. Nosotros no supimos bien que hacer, 2 días antes estábamos trabajando con vacas y no habíamos tenido tiempo de pensar en nada. Lo primero que hicimos fue aplicar a todas las agencias de trabajo que encontramos, luego visitamos el lago y paseamos por la ciudad. Era muy agradable caminar a la orilla del lago y sentir que teníamos tiempo para disfrutar del lugar.
   






Pero ya estaba enterada de que era difícil conseguir trabajo ahí y que la mayoría de la gente pasaba uno o 2 meses buscando trabajo, así que fuimos más que nada a conocer. Como en la granja habíamos hecho malas gestiones financieras, estábamos bastante ajustados de presupuesto, sumado a que a esas alturas ya estábamos por cumplir un año en NZ y teníamos que aplicar a la extensión de la visa y tendríamos sólo 3 meses más para juntar todo lo que hasta ese momento no habíamos juntado, es que decidimos movernos.
Nos fuimos a Invercargill, la ciudad más austral de NZ. Bonita, fría y bastante agradable, sus plazas anchas y edificios antiguos, bares llenos de gente en las calles principales sumado a que fue el primer –y único- lugar que visité en NZ desde donde se podía ver la puesta de sol en el mar, fue que se convirtió en una muy buena experiencia. Nos quedamos en un Backpacker y nos dedicamos a recorrer la ciudad, a buscar trabajo y alojamiento. Fuimos también a Bluff, el pedacito de tierra más al sur de NZ, que –como en casi  todos los rincones de NZ- era una reserva, con un lindo trekking, un par de faros y unas vistas al mar preciosas.
 

Invercargill
Bluff
Trekking en Bluff
Atardecer en Bluff
Frente a la Stewart Island, la más austral de NZ, en Bluff
De noche por el trekking de vuelta estaba segura que algo me estaba mirando desde el costado. Con un flash revelé el misterio!
Cuando 3 días después nos dimos cuenta que no encontraríamos trabajo allí, nos dirigimos otra vez al norte, pasamos a Balclutha donde nuestros amigos Karen y José trabajaban en una lechería -una con prácticas menos horribles que las de nuestra ex lechería, por lo que no sé si desaconsejar el trabajo en una, creo que nosotros fuimos a caer en la peor lechería de NZ-. Pasamos una noche con ellos y fuimos a mi segundo sueño en la vida: Dunedin. Creo que uno de los lugares en los que soñar con gastar mi vida allí para siempre y jamás aburrirme, es Dunedin.
La ciudad más antigua –y no destruida- de NZ, llena de Universidades, hermosas iglesias anglicanas y mucha vida, sumado a que está situada frente a la increíble Península de Otago, con miles de animales –pingüinos, focas, pájaros, etc-, paisajes insuperables, playas preciosas y desoladas y todo a un par de kilómetros del centro de la ciudad. Un lugar para quedarse.
 




Allí aplicamos a la extensión de la Working Holidays y nos la dieron en 2 días, buscamos trabajo y aplicamos a cuanta agencia de trabajo encontramos y visitamos casi toda la ciudad. Fuimos al soñado mundo Cadbury –lo que yo imaginaba como la fábrica de chocolate de Willy Wonka y no había nada más alejado que eso- que por 16 dólares te regalan como 3 barras pequeñas, nunca ves ningún proceso, y lo único que vendría valiendo la pena fue haberse sacado la foto en el autito Cadbury y los muñequitos de la entrada, que se ven sin pagar. Conocimos Baldwin Street, la calle más empinada del mundo, la iglesia anglicana más vieja de Otago –me encanta que en NZ las iglesias más parafernálicas no sean católicas- donde ensayaban una orquesta preciosa que tuve la suerte de presenciar gratis, fuimos al Museo, al Jardín Botánico y pasamos varias tardes en Allan Beach, la que yo considero la playa más hermosa que conocí en ese país, alejada de todo, rodeada de bosques, lagos y cerros rocosos, donde me encontré con pingüinos y focas tomando sol en la arena y la más exquisita tranquilidad.
En Dunedin estuvimos poco más de una semana, mientras buscábamos trabajo lo único que conseguimos fue trabajar en pruning –poda- en vides en Kurow, a 4 horas al norte de Dunedin, así que antes que nada, preferimos movernos a Kurow y decirle adiós a Dunedin, esperando siempre que nos llamaran de algún trabajo de los que habíamos aplicado allí. En esos días ya nos habíamos sentido tan a gusto en Dunedin que nos dio pena dejarlo, después de haber sido esclavos en la lechería habíamos encontrado allí el descanso y casi hasta conseguido eliminar el dolor muscular de todo el cuerpo. Fue un buen tiempo.


Cadbury Factory






First Church in Otago
Otago Peninsula

Allan Beach 

Allan Beach
Allan Beach