miércoles, 29 de enero de 2014

El lado oscuro de NZ




Retomando lo que fue Nueva Zelanda –después de este post-, un flash-back al pasado, a la Tierra Media, a nuestras aventuras de hace un buen rato atrás.

Nos fuimos de Blenheim con cama y petaca –como diría mi madre- escuchando Yeah, yeah yeahs en el auto e imaginando un porvenir maravilloso. Tendríamos trabajo hasta finales de año, nos darían la casa, la leña, la carne y la leche, y trabajo full time para los dos. No teníamos mucho de qué preocuparnos. Pero claro, todo el mundo nos decía “se van a un tambo? Ufff! Ya los quiero ver!” y nosotros pensábamos que con nosotros sería diferente, porque habíamos trabajado duro en las manzanas, como nadie! Y porque el viejo George, nuestro jefe picado a militar, siempre nos decía que si sobrevivíamos a trabajar con él, podríamos sobrevivir a cualquier cosa.  Y bueno, le creímos.

Así que nuestra experiencia en la lechería tuvo 2 lados, el lado bonito y el lado oscuro. Y cuando llegamos todo comenzó bonito, así que por ahí voy a partir. Después de un día de viaje y un almuerzo en Kaikoura, que sería LA vez que estuve en ese lugar que todos aman y que yo en esas pocas horas no logré entender por qué, llegamos finalmente a Rakaia, un pueblo a una hora de Christchurch hacia el sur y 40 minutos al norte de Ashburton, donde básicamente están todas las granjas lecheras del sector. Llegamos a nuestra nueva casa y quedamos bastante sorprendidos, porque era bonita y muy amplia, mucho más de lo que esperábamos. Viviríamos allí con Raj, un indio que sería nuestro compañero de vida y de trabajo. Fue un buen comienzo.

Firmamos contrato, nos llevaron a comprarnos la ropa de trabajo y comenzamos a trabajar. Al principio nos pareció que el trabajo era lindo, pero duro. Hacíamos básicamente los cercos para delimitar cuánto pasto comerían las vacas cada día, las movíamos de un Padock a otro, les dábamos de comer y las contábamos. Teníamos que andar en moto todo el tiempo lo cual nos parecía fabuloso. Trabajábamos 5 días a la semana y nos daban 2 días libres a los 2 juntos, así que en nuestros días libres partíamos a Christchurch a comprar la comida de la semana, a pasear, íbamos al mall y nos comprábamos ropa, yo me compré mi cámara, salíamos a cenar, íbamos al casino, y lo pasábamos increíble. Sentíamos que lo teníamos todo, un trabajo estable, interesante, tiempo libre y dinero para gastar en una ciudad grande como Christchurch mientras vivíamos en la hermosa quietud del campo. Empezamos a tener una vida más holgada y a desinteresarnos por el ahorro. Fue una mala gestión, lo sé, pero como dice mi madre, lo comido y lo bailado no me lo quita nadie –tan sabia mi madre-.
 
Paseos a Christchurch
Rakaia y sus alrededores

Las vacas por otro lado, eran un tema. Nunca habíamos trabajado antes con animales,  por lo que fue toda una experiencia. Sensitivas, inteligentes, sarcásticas y vivarachas, con buena memoria y un olfato mejor que el de un perro, las vacas tienen algo nuevo que mostrarte todos los días. Y es que la gente que dice que son tontas no tiene idea de nada. Trabajábamos con un rebaño de 650 vacas, y comenzamos a conocerlas poco a poco, identificándolas por el número en su oreja. A la 213 le gustaba que la acariciaran en la cara y si dejabas de hacerlo te corneaba hasta que la acariciabas de nuevo. No le temía a la gente y siempre era la primera del rebaño. Obviamente, no llegué a conocerlas a todas, sólo a unas cuantas especiales que se destacaron por algo, pero aprendí mucho de ellas, son animales sorprendentes. Ellas entienden todo y cuando maduran entienden que no tienen muchas opciones más que obedecer en silencio y evitar problemas. Y en este punto no puedo evitar decir que lo que aprendí allí fue que somos una raza de mierda  esclavizando a otra. Las vacas nos proveen alimento y nosotros las torturamos en campos de concentración. Pero bueno, aún estoy en la etapa bonita así que el tema esclavitud lo dejaré para más adelante.

Mi querida 213

La temporada de partos o Calving Season partía a fines de julio. Nosotros partimos trabajando a principios de junio así que estuvimos un mes y medio felices. Durante ese tiempo fue mi cumpleaños y fuimos a Akaroa, un pueblito turístico a 2 horas de Christchurch, y fue un día fabuloso, mi cumpleaños favorito. Por esos días, Smashing Pumpkins –mi grupo favorito desde mi adolescencia al cual había visto en vivo ya 2 veces en Chile- visitaba Auckland y partimos un fin de semana a Auckland a verlos. Así de holgados andábamos. Nos dimos un fin de semana maravilloso en Auckland, comimos en todos los lugares que quisimos, subimos la Sky Tower y presenciamos el concierto más civilizado de nuestras vidas, donde la gente respetaba a los guardias, nadie fumaba y si alguien te empujaba te pedía disculpas. Así de “primer mundistas”. Cuando volvimos de Auckland, nos encontramos con la realidad, el horrible trabajo de un tambo. El lado oscuro.

Akaroa
Akaroa
Akaroa
Akaroa
Akaroa
Akaroa y un perrito adorable con todos sus permisos legales colgados al cuello
Akaroa
Smashing Pumpkins en Auckland, Agosto 2012
Smashing Pumpkins en Auckland, Agosto 2012
 
Nuestro trabajo comenzó a ser así: a las 3.30am nos levantábamos y a las 4am partíamos al trabajo. Eduardo partía a buscar a las vacas lecheras al padock y las traía a la lechería, donde yo y Raj las ordeñábamos. Terminábamos a las 8am y a esa hora, luego de limpiar partíamos a otro padock a separar las vacas que parieron durante la noche y a tomar sus bebés –que pesaban entre 40 a 60 kilos- para llevarlos al establo. Hacíamos eso con 4 padocks diferentes. Cuando terminábamos  teníamos una hora de almuerzo y en la tarde partíamos a ordeñar a las vacas de nuevo hasta las 6pm, yo alimentaba a los bebés y terminábamos todo a las 7.30pm, agotadísimos. A las 10pm uno de nosotros –nos turnábamos todos los días- debía partir con el jefe a buscar a los terneros recién nacidos durante la noche, porque morían si pasaban la noche en el campo. Al que le tocaba eso llegaba a casa a las 11pm y a las 3.30am tenía que salir de nuevo a un nuevo día de trabajo. Nuestra jornada laboral era de entre 15 a 17 horas diarias, con una sola de colación. 6 días de trabajo continuo por 2 de descanso, y Eduardo y yo ya no teníamos nuestros días juntos. Era horrible.

Pero el horario y el trabajo duro no eran nada comparado con lo verdaderamente aterrador de todo esto: el maltrato animal. Justo me tocaba escribir acerca de este período cuando apareció la noticia de que en Chile una empresa lechera Neozelandesa incurría en el maltrato animal. Yo vi todo eso en NZ. Partiendo porque las vacas sufren cuando les quitan a sus crías el mismo día de nacidas, muchas de ellas luchan para recuperarlas, pero son mansas y finalmente se resignan. Pasan días llamándolos, pero con el tiempo lo olvidan. Las vacas jóvenes no conocen la lechería y se asustan, no quieren ser ordeñadas y los trabajadores expertos –Raj, David mi jefe y Mike, un egipcio cascarrabias que trabajaba con nosotros- les doblan la cola hacia arriba provocándoles tal dolor que se quedan quietas y se dejan ordeñar. En esa práctica el 99% de las veces se les pasa la mano con el castigo y les quiebran la cola. Con Eduardo constatamos que las vacas viejas y mansas tenían la cola quebrada hasta en 5 partes, por eso ya no oponían resistencia a la ordeña. Les pegaban combos en las ubres, a veces usaban las pezoneras –que pesaban unos 2 kilos- como látigo para pegarles en las ubres y descargaban su estrés contra ellas. Cuando yo iba en la universidad y tuve el ramo de Producción animal, siempre me pintaron el rubro como algo bonito, que el estrés disminuía la productividad por lo que a las vacas se les trataba casi con guantes. Bullshit. En una lechería poco les importa el estrés de los animales y la baja en calidad y productividad es tan mínima que no es tema para ellos. Los terneros machos son eliminados de un balazo, y aveces, cuando el precio es bueno, los venden para carne y no los alimentan jamás porque sería una pérdida económica, así que pasan hasta 2 o 3 días sin comer antes que los vayan a buscar. Y eso es si tienen suerte, porque si no los matan. Mike me contó que en años anteriores el precio que pagaban por ellos no era rentable así que los mataron a todos, pero eran tantos que se les acabaron las balas, y comenzaron a matarlos con lo que tuvieran a mano. Ah Dios mío, cómo entiendo a los veganos!

Y aun ese maltrato animal no fue lo más triste que me tocó ver. Una práctica que se hace en Australia y Nueva Zelanda es la inducción, una inyección que se les pone a las vacas que fueron preñadas tarde para que tengan sus crías antes de tiempo y sean productivas al mismo tiempo que las demás. Estas crías son prematuras, por lo que nacen muertas o mueren a las horas de nacidas. Un aborto. Eso fue lo que ahora se descubrió en Chile que escandalizó a la gente. Las vacas inducidas producen leche normalmente como las otras. Pero las vacas no entienden esto y cuando nacen sus pequeños bebés prematuros los lamen y los cuidan igual incluso si están muertos. Nuestro trabajo era recoger esos fetos y tirarlos al hoyo de la basura. A veces nacían vivos y el procedimiento era el mismo. Uno de los días más tristes de mi vida fue cuando fui a recoger los fetos muertos y encontré a uno vivo. Lo tomé en brazos y lo dejé en el carrito con el que recogía a los terneros. Mi jefe se percató que estaba vivo y lo mató de un balazo. Fue una suerte de todos modos, porque de lo contrario se tiraba al hoyo y se dejaba morir ahí. Algo de decencia tenía David. Conduje el carrito hasta el hoyo de la basura, el cual estaba rodeado de vacas que cuando me vieron llegar se acercaron y olieron el carrito y entendieron todo. Me rodearon y guardaron silencio mientras yo, llorando, tiraba uno a uno los cuerpos al hoyo. Fue un funeral. El más triste en el que he estado. Las vacas que hasta antes de eso comían, guardaron silencio y siguieron todos mis movimientos con un ceremonioso luto. Les pedí perdón. Y luego de eso me sentí una mierda de ser humano durante días. Y cada vez que cuento esto se me hace el mismo nudo en la garganta.

Después de eso decidimos que ya no podíamos más. Nos estábamos muriendo. El estrés del trabajo, las pocas horas de descanso, el maltrato animal, las malas condiciones laborales junto con varias discusiones fuertes entre Eduardo y David, varios días sin incluso hora de colación y el sentimiento de culpa que cargábamos por trabajar ahí, esclavizando a otra especie, fueron más de lo que pudimos aguantar. Decidimos irnos apenas nos pagaran, teníamos miedo porque el contrato decía que teníamos que avisar con 2 semanas de anticipación o sino, no nos pagaban las últimas 2 semanas, y yo no estaba dispuesta a perder 2 semanas de sueldo y tampoco a trabajar 2 semanas más porque había llegado a mi límite, así que simple y llanamente nos escapamos.

Organizamos el escape en dos días, y nos fuimos. Nunca pudimos hacer nada para mejorar la situación de los animales. Averigüé sobre denuncias de maltrato animal, pero me dijeron que la única forma era con pruebas, pero que aun así las autoridades pertinentes rara vez hacían algo, me aconsejaron que grabara a mis compañeros cuando les quebraban la cola a las vacas y eso era imposible. El ambiente laboral no era bueno y nuestro jefe nos gritaba, Raj y Mike soportaban todo en silencio y siempre le daban la razón al jefe, soñaban con la residencia y creo que por eso se mantenían fieles trabajando ahí, aun cuando ellos también eran maltratados. La noche del pago, apenas estuvo el sueldo en nuestras cuentas, mientras Raj dormía, nos subimos al auto y nos fuimos. Me acuerdo que nuestra huida era entre tenebrosa y chistosa, pero algo triste también. Salimos sigilosos y con miedo de ser pillados, al mismo tiempo nos moríamos de la risa pensando en lo estúpidos que estábamos siendo, éramos seres libres, podíamos irnos, pero temíamos igual. Casi hasta podíamos ver a David saliendo con su escopeta montado en la quat persiguiéndonos. Cuando salimos de esa maraña de caminos de ripio y llegamos a la carretera casi gritábamos de emoción. Éramos libres. Sin trabajo, sin casa y sin idea alguna de qué hacer o dónde ir, pero nos sentíamos de maravilla. Habíamos terminado la peor etapa de nuestro viaje y de nuestras vidas, era tiempo de descansar.





Las noches mágicas de Canterbury

  

1 comentario:

  1. Horrible :|

    Hace años que soy vegetariana, y mientras estaba en Oz, había dejado los lácteos porque yo pensaba que consumir lácteos es casi lo mismo que comer carne. Pero soy débil! :( cuando vine a Asia comencé de nuevo (es que cuesta tanto encontrar chocolates veganos por acá). Pero después de leer esto no hay más dudas ni escusas. Gracias por compartirlo :)
    (y se lo haré leer a toda la gente que conosco! jeje :B)

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