Retomando lo que fue Nueva Zelanda –después de este post-, un flash-back al pasado, a la Tierra Media, a nuestras aventuras de hace
un buen rato atrás.
Nos fuimos de Blenheim con cama y petaca –como diría
mi madre- escuchando Yeah, yeah yeahs en el auto e imaginando un porvenir
maravilloso. Tendríamos trabajo hasta finales de año, nos darían la casa, la
leña, la carne y la leche, y trabajo full time para los dos. No teníamos mucho
de qué preocuparnos. Pero claro, todo el mundo nos decía “se van a un tambo?
Ufff! Ya los quiero ver!” y nosotros pensábamos que con nosotros sería
diferente, porque habíamos trabajado duro en las manzanas, como nadie! Y porque
el viejo George, nuestro jefe picado a militar, siempre nos decía que si
sobrevivíamos a trabajar con él, podríamos sobrevivir a cualquier cosa. Y bueno, le creímos.
Así que nuestra experiencia en la lechería tuvo 2
lados, el lado bonito y el lado oscuro. Y cuando llegamos todo comenzó bonito, así
que por ahí voy a partir. Después de un día de viaje y un almuerzo en Kaikoura,
que sería LA vez que estuve en ese lugar que todos aman y que yo en esas pocas
horas no logré entender por qué, llegamos finalmente a Rakaia, un pueblo a una
hora de Christchurch hacia el sur y 40 minutos al norte de Ashburton, donde
básicamente están todas las granjas lecheras del sector. Llegamos a nuestra
nueva casa y quedamos bastante sorprendidos, porque era bonita y muy amplia,
mucho más de lo que esperábamos. Viviríamos allí con Raj, un indio que sería
nuestro compañero de vida y de trabajo. Fue un buen comienzo.
Firmamos contrato, nos llevaron a comprarnos la ropa
de trabajo y comenzamos a trabajar. Al principio nos pareció que el trabajo era
lindo, pero duro. Hacíamos básicamente los cercos para delimitar cuánto pasto
comerían las vacas cada día, las movíamos de un Padock a otro, les dábamos de
comer y las contábamos. Teníamos que andar en moto todo el tiempo lo cual nos
parecía fabuloso. Trabajábamos 5 días a la semana y nos daban 2 días libres a los
2 juntos, así que en nuestros días libres partíamos a Christchurch a comprar la
comida de la semana, a pasear, íbamos al mall y nos comprábamos ropa, yo me
compré mi cámara, salíamos a cenar, íbamos al casino, y lo pasábamos increíble.
Sentíamos que lo teníamos todo, un trabajo estable, interesante, tiempo libre y
dinero para gastar en una ciudad grande como Christchurch mientras vivíamos en
la hermosa quietud del campo. Empezamos a tener una vida más holgada y a
desinteresarnos por el ahorro. Fue una mala gestión, lo sé, pero como dice mi
madre, lo comido y lo bailado no me lo quita nadie –tan sabia mi madre-.
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Paseos a Christchurch |
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Rakaia y sus alrededores |
Las vacas por otro lado, eran un tema. Nunca habíamos
trabajado antes con animales, por lo que
fue toda una experiencia. Sensitivas, inteligentes, sarcásticas y vivarachas, con
buena memoria y un olfato mejor que el de un perro, las vacas tienen algo nuevo
que mostrarte todos los días. Y es que la gente que dice que son tontas no
tiene idea de nada. Trabajábamos con un rebaño de 650 vacas, y comenzamos a
conocerlas poco a poco, identificándolas por el número en su oreja. A la 213 le
gustaba que la acariciaran en la cara y si dejabas de hacerlo te corneaba hasta
que la acariciabas de nuevo. No le temía a la gente y siempre era la primera
del rebaño. Obviamente, no llegué a conocerlas a todas, sólo a unas cuantas
especiales que se destacaron por algo, pero aprendí mucho de ellas, son
animales sorprendentes. Ellas entienden todo y cuando maduran entienden que no tienen muchas opciones más
que obedecer en silencio y evitar problemas. Y en este punto no puedo evitar
decir que lo que aprendí allí fue que somos una raza de mierda esclavizando a otra. Las vacas nos proveen
alimento y nosotros las torturamos en campos de concentración. Pero bueno, aún
estoy en la etapa bonita así que el tema esclavitud lo dejaré para más
adelante.
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Mi querida 213 |
La temporada de partos o Calving Season partía a fines
de julio. Nosotros partimos trabajando a principios de junio así que estuvimos
un mes y medio felices. Durante ese tiempo fue mi cumpleaños y fuimos a Akaroa,
un pueblito turístico a 2 horas de Christchurch, y fue un día fabuloso, mi
cumpleaños favorito. Por esos días, Smashing Pumpkins –mi grupo favorito desde
mi adolescencia al cual había visto en vivo ya 2 veces en Chile- visitaba
Auckland y partimos un fin de semana a Auckland a verlos.
Así de holgados andábamos. Nos dimos un fin de semana maravilloso en Auckland,
comimos en todos los lugares que quisimos, subimos la Sky Tower y presenciamos el
concierto más civilizado de nuestras vidas, donde la gente respetaba a los
guardias, nadie fumaba y si alguien te empujaba te pedía disculpas. Así de “primer
mundistas”. Cuando volvimos de Auckland, nos encontramos con la realidad, el
horrible trabajo de un tambo. El lado oscuro.
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Akaroa |
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Akaroa |
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Akaroa |
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Akaroa |
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Akaroa |
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Akaroa y un perrito adorable con todos sus permisos legales colgados al cuello |
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Akaroa |
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Smashing Pumpkins en Auckland, Agosto 2012 |
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Smashing Pumpkins en Auckland, Agosto 2012 |
Nuestro trabajo comenzó a ser así: a las 3.30am nos
levantábamos y a las 4am partíamos al trabajo. Eduardo partía a buscar a las
vacas lecheras al padock y las traía a la lechería, donde yo y Raj las
ordeñábamos. Terminábamos a las 8am y a esa hora, luego de limpiar partíamos a
otro padock a separar las vacas que parieron durante la noche y a tomar sus
bebés –que pesaban entre 40 a 60 kilos- para llevarlos al establo. Hacíamos eso
con 4 padocks diferentes. Cuando terminábamos
teníamos una hora de almuerzo y en la tarde partíamos a ordeñar a las
vacas de nuevo hasta las 6pm, yo alimentaba a los bebés y terminábamos todo a
las 7.30pm, agotadísimos. A las 10pm uno de nosotros –nos turnábamos todos los
días- debía partir con el jefe a buscar a los terneros recién nacidos durante
la noche, porque morían si pasaban la noche en el campo. Al que le tocaba eso
llegaba a casa a las 11pm y a las 3.30am tenía que salir de nuevo a un nuevo
día de trabajo. Nuestra jornada laboral era de entre 15 a 17 horas diarias, con
una sola de colación. 6 días de trabajo continuo por 2 de descanso, y Eduardo y
yo ya no teníamos nuestros días juntos. Era horrible.
Pero el horario y el trabajo duro no eran nada
comparado con lo verdaderamente aterrador de todo esto: el maltrato animal. Justo
me tocaba escribir acerca de este período cuando apareció la noticia de que en
Chile una empresa lechera Neozelandesa incurría en el maltrato animal. Yo vi todo eso en NZ. Partiendo porque las vacas sufren cuando les quitan a sus
crías el mismo día de nacidas, muchas de ellas luchan para recuperarlas, pero
son mansas y finalmente se resignan. Pasan días llamándolos, pero con el tiempo
lo olvidan. Las vacas jóvenes no conocen la lechería y se asustan, no quieren
ser ordeñadas y los trabajadores expertos –Raj, David mi jefe y Mike, un egipcio
cascarrabias que trabajaba con nosotros- les doblan la cola hacia arriba
provocándoles tal dolor que se quedan quietas y se dejan ordeñar. En esa
práctica el 99% de las veces se les pasa la mano con el castigo y les quiebran
la cola. Con Eduardo constatamos que las vacas viejas y mansas tenían la cola
quebrada hasta en 5 partes, por eso ya no oponían resistencia a la ordeña. Les
pegaban combos en las ubres, a veces usaban las pezoneras –que pesaban unos 2 kilos- como
látigo para pegarles en las ubres y descargaban su estrés contra
ellas. Cuando yo iba en la universidad y tuve el ramo de Producción animal,
siempre me pintaron el rubro como algo bonito, que el estrés disminuía la
productividad por lo que a las vacas se les trataba casi con guantes. Bullshit.
En una lechería poco les importa el estrés de los animales y la baja en calidad
y productividad es tan mínima que no es tema para ellos. Los terneros machos son eliminados de un balazo, y aveces, cuando el precio es bueno, los venden para carne y no los alimentan jamás porque sería una pérdida económica, así que pasan hasta 2 o 3 días sin comer antes que los vayan a buscar. Y eso es si tienen suerte, porque si no los matan. Mike me contó que en años anteriores el precio que pagaban por ellos no era rentable así que los mataron a todos, pero eran tantos que se les acabaron las balas, y comenzaron a matarlos con lo que tuvieran a mano. Ah Dios mío, cómo entiendo a los veganos!
Y aun ese maltrato animal no fue lo más triste que me
tocó ver. Una práctica que se hace en Australia y Nueva Zelanda es la
inducción, una inyección que se les pone a las vacas que fueron preñadas tarde
para que tengan sus crías antes de tiempo y sean productivas al mismo tiempo
que las demás. Estas crías son prematuras, por lo que nacen muertas o mueren a
las horas de nacidas. Un aborto. Eso fue lo que ahora se descubrió en Chile que
escandalizó a la gente. Las vacas inducidas producen leche normalmente como las
otras. Pero las vacas no entienden esto y cuando nacen sus pequeños bebés
prematuros los lamen y los cuidan igual incluso si están muertos. Nuestro
trabajo era recoger esos fetos y tirarlos al hoyo de la basura. A veces nacían
vivos y el procedimiento era el mismo. Uno de los días más tristes de mi vida
fue cuando fui a recoger los fetos muertos y encontré a uno vivo. Lo tomé en brazos
y lo dejé en el carrito con el que recogía a los terneros. Mi jefe se percató que estaba vivo y lo mató de un
balazo. Fue una suerte de todos modos, porque de lo contrario se tiraba al hoyo
y se dejaba morir ahí. Algo de decencia tenía David. Conduje el carrito hasta
el hoyo de la basura, el cual estaba rodeado de vacas que cuando me vieron
llegar se acercaron y olieron el carrito y entendieron todo. Me rodearon y
guardaron silencio mientras yo, llorando, tiraba uno a uno los cuerpos al hoyo.
Fue un funeral. El más triste en el que he estado. Las vacas que hasta antes de
eso comían, guardaron silencio y siguieron todos mis movimientos con un
ceremonioso luto. Les pedí perdón. Y luego de eso me sentí una mierda de ser
humano durante días. Y cada vez que cuento esto se me hace el mismo nudo en la
garganta.
Después de eso decidimos que ya no podíamos
más. Nos estábamos muriendo. El estrés del trabajo, las pocas horas de
descanso, el maltrato animal, las malas condiciones laborales junto con varias
discusiones fuertes entre Eduardo y David, varios días sin incluso hora de
colación y el sentimiento de culpa que cargábamos por trabajar ahí,
esclavizando a otra especie, fueron más de lo que pudimos aguantar. Decidimos
irnos apenas nos pagaran, teníamos miedo porque el contrato decía que teníamos
que avisar con 2 semanas de anticipación o sino, no nos pagaban las últimas 2
semanas, y yo no estaba dispuesta a perder 2 semanas de sueldo y tampoco a
trabajar 2 semanas más porque había llegado a mi límite, así que simple y
llanamente nos escapamos.
Organizamos el escape en dos días, y nos fuimos. Nunca
pudimos hacer nada para mejorar la situación de los animales. Averigüé sobre
denuncias de maltrato animal, pero me dijeron que la única forma era con
pruebas, pero que aun así las autoridades pertinentes rara vez hacían algo, me
aconsejaron que grabara a mis compañeros cuando les quebraban la cola a las
vacas y eso era imposible. El ambiente laboral no era bueno y nuestro jefe nos
gritaba, Raj y Mike soportaban todo en silencio y siempre le daban la razón al
jefe, soñaban con la residencia y creo que por eso se mantenían fieles
trabajando ahí, aun cuando ellos también eran maltratados. La noche del pago,
apenas estuvo el sueldo en nuestras cuentas, mientras Raj dormía, nos subimos
al auto y nos fuimos. Me acuerdo que nuestra huida era entre tenebrosa y
chistosa, pero algo triste también. Salimos sigilosos y con miedo de ser
pillados, al mismo tiempo nos moríamos de la risa pensando en lo estúpidos
que estábamos siendo, éramos seres libres, podíamos irnos, pero temíamos igual.
Casi hasta podíamos ver a David saliendo con su escopeta montado en la quat
persiguiéndonos. Cuando salimos de esa maraña de caminos de ripio y llegamos a
la carretera casi gritábamos de emoción. Éramos libres. Sin trabajo, sin casa y
sin idea alguna de qué hacer o dónde ir, pero nos sentíamos de maravilla. Habíamos
terminado la peor etapa de nuestro viaje y de nuestras vidas, era tiempo de
descansar.
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Las noches mágicas de Canterbury |
Horrible :|
ResponderEliminarHace años que soy vegetariana, y mientras estaba en Oz, había dejado los lácteos porque yo pensaba que consumir lácteos es casi lo mismo que comer carne. Pero soy débil! :( cuando vine a Asia comencé de nuevo (es que cuesta tanto encontrar chocolates veganos por acá). Pero después de leer esto no hay más dudas ni escusas. Gracias por compartirlo :)
(y se lo haré leer a toda la gente que conosco! jeje :B)