Cuando vivíamos en Kurow, en medio de la montaña y las
ovejas, acostumbrábamos ir los fines de semana a Oamaru a hacer las compras de
supermercado, poner bencina en el auto y hacer algo de vida de ciudad. Oamaru
es la ciudad más importante del distrito de Waitaki, en el corazón de Otago, una
ciudad junto al mar, de edificios antiguos y como se autodenominaba a sí misma,
la capital del Steampunk. Sé que me enamoro fácil de los lugares, pero de
Oamaru fue amor verdadero. De ese puro y sincero amor de una vez en la vida y
para siempre. Mi vida no es lo mismo después de haber conocido Oamaru y mi
sueño desde entonces es trabajar en Kurow Winery y vivir en Oamaru para
siempre. Tener una casa con una hermosa vista al mar y escribir, pintar, disfrazarme
con trajes steampunk los fines de semana y hacer cosas shuper, como la mayoría
de los ciudadanos de Oamaru.
Cuando íbamos a Oamaru, a 45 minutos de manejo desde
donde vivíamos nosotros, acostumbrábamos ir escuchando a Beirut en el auto, por
lo que para mí Beirut es Oamaru y Oamaru suena como Beirut, por lo que no puedo
escribir acerca de mi amado Oamaru sin poner Beirut y acordarme de tantos
momentos bonitos allí. Simplemente la combinación perfecta.
Algo muy sabio que me dijo Elisabeth una vez es que a
los lugares hay que darles tiempo, si vas a una ciudad o un pueblo, no puedes
pasar 2 días y creer que ya lo conoces. Necesitas una semana al menos para
respirar el ambiente y entenderlo. Eso me pasó con Oamaru. Me pareció preciosa
desde el primer momento, pero con el tiempo me fui dando cuenta que era un
lugar exquisito. Resulta que por esas latitudes tan sureñas uno no espera que en
una ciudad pequeña haya tanta expresión artística junta, con tantas salas de
exhibición, tanta pintura y poesía, clubes de música local en vivo e incluso
con festivales. Pero Oamaru tiene todo eso y más. El estilo victoriano de sus
edificios y calles en medio de la marcada presencia del Steampunk en cada
rincón de la ciudad la convierten en una joya invaluable. En serio, a mi gusto
es la ciudad con más actitud de toda Nueva Zelanda.
El antiguo puerto en Harbour Street que data de 1880
es el centro neurálgico de todo el movimiento artístico de la zona. Un barrio
antiguo que otrora fuera el puerto y los galpones donde guardaban los productos
del comercio como lana y granos, hoy son galpones de exhibiciones artísticas de
diversos tipos y –por qué no decirlo- los más raros que he visto en la vida. Por esas
mismas calles se encuentra la bodega de Birdland, cuyo enólogo te hace la
degustación y venta de vinos al mismo tiempo que hace sus vinos en viejas
barricas en la parte de atrás del galpón. Lo mismo con la whiskería a pasos más
allá. Locales con artesanías abundan y uno que otro café junto a la panadería
que llena cada rincón con el fresco aroma del pan en el horno. Incluso la
sombrerería junto al callejón es un lugar que encanta. Y para qué hablar de los
tearoom, eso es otra cosa.
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Harbour Street |
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Harbour Street |
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Harbour Bakery, famosa en todo Otago |
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Galerías en Harbour Street |
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La sombrerería, donde uno podía probarse todos los sombreros victorianos y viajar al pasado |
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Grainstore Gallery, lo más bizarro y fascinante que he visto en mi vida en una sala de exposición. (aunque era como estar en el video Tonight tonight de Smashing Pumpkins) |
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La whiskería |
En la ciudad abundan los salones de té como cosa
normal, pero en el centro de la ciudad se encontraba el Annie’s Tearoom, un lugar
para no creerlo. El precioso edificio estilo victoriano no es nada comparado a
la sensación de entrar y quedar atrapado en una época pasada donde toda la
decoración luce como hace 150 años atrás, mientras ves que las meseras visten
con largos vestidos blanco y negro como las empleadas de aquella época, te
tratan de “madame” y te sirven un exquisito té en tazas antiguas de bordes
dorados donde ninguna es igual a la otra y todas conforman casi la exhibición
de un museo. Lamentablemente leí que lo cerraron el invierno pasado, creo que
era un gran valor para la ciudad.
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Annie's Tearoom |
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Annie's Tearoom en el centro de la ciudad |
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Annie's Tearoom |
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Nuestra once en Annie´s |
Pero aún hay tantas cosas que nombrar. El
museo del Steampunk, un edificio siniestro con una exposición bizarra a decir
basta donde todo interactúa y bueno, más que el museo vale la pena ver las
obras en la calle. En todos lados se pueden ver piezas de alguna obra
Steampunk, y si eso no es suficiente, entonces se puede visitar el barrio
antiguo los domingos, donde se instala la feria de productores orgánicos, todas
las galerías de arte y almacenes están abiertos y rebosantes de gente y todos
disfrazados a la usanza Steampunk y victoriana. Niños, jóvenes y abuelos salen
a lucir sus vestimentas antiguas, sus armas estrafalarias y sus bicicletas
pretéritas. Incluso hay una joyería steampunk con piezas preciosas que siempre
quise tener. La mezcla de expresiones es impresionante.
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Harbour Street un domingo cualquiera |
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La bicicletería de la esquina ofrecía bicicletas antiguas y podías probarlas por los alrededores |
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Harbour Street |
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La bicicletería antigua |
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La joyería Steampunk |
Tuvimos además la fortuna de presenciar el Festival de
Oamaru que se hace todos los años en Noviembre, cierran las calles y hace
bailes, concursos, exhibiciones callejeras y mucha venta de comida en puestitos
en la calle. Si ya creía que la gente de Oamaru estaba un poco chiflada –cosa que
me encanaba y que admiraba al mismo tiempo- entonces el Festival es la
apoteosis. Chaplin, Merry Poppins y algunos magos caminaban tranquilos comprando
golosinas en la calle. Definitivamente un espectáculo precioso y de lo más
interesante que vi en mi estancia en Nueva Zelanda.
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Personajes en el Festival de Oamaru |
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Show callejero en el Festival de Oamaru |
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Festival de Oamaru |
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Feria de las pulgas en el Festival de Oamaru |
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Festival de Oamaru |
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Festival de Oamaru, ese pobre se sacó la mugre |
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Festival de Oamaru |
Y al atardecer, cuando crees que lo has visto todo,
aparecen ellos, los dueños de la ciudad, en sus hermosos trajes azules y su
fascinante forma de caminar regresando desde el mar a sus respectivos hogares
esparcidos por alrededor. Los pingüinos azules. Como si nada, salen del agua al
atardecer y caminan hasta perderse entre las calles, algunos viven en Harbour
Street junto a los artistas, otros son más modernos y llegan hasta las casas de
las calles principales, donde la gente les construye sus casitas y los dejan en
paz, para que vuelvan cada día al atardecer. Increíble. Mi mente tercermundista
no me permitía hasta ese momento creer que humanos y animales pudieran vivir en
tal completa armonía. Bueno, kiwis, son especiales. Hay por toda la ciudad
letreros sugiriendo dejar en paz a los pingüinos. Están prohibidos los perros
cerca de la playa y por toda la ciudad se pueden encontrar pequeñas casitas
construidas por la gente y usadas por los pingüinos. Es algo hermoso.
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The cutest traffic signal ever! |
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Pingüino azul (Blog no soporta formatos que no sean jpg, no es mi culpa la pésima calidad!) |
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Pingüino azul |
Mientras escribo lo único que quiero es volver a
Oamaru. El paraíso no es un lugar sino un momento en tu vida dice Boyle en su
película y yo pienso que Oamaru fue para mí el paraíso, cada vez que Beirut
suena en mis audífonos, puedo volver a sus calles un ratito, oler el pan
saliendo del horno y escuchar a los artistas callejeros del barrio antiguo. Sí,
ese fue el mejor tiempo en Nueva Zelanda y de los mejores en mi vida. Mi lugar favorito en el mundo.
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Señal para encontrar el Penguin Club, lo bohemio de Oamaru |
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Oamaru |
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Enamorándome de Oamaru |
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Opera House, Oamaru |
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La estación de tren de Oamaru |
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