domingo, 2 de febrero de 2014

Glenmac Farmstay, en Kurow




Cuando llegamos a Kurow, no podíamos creerlo. Era un pueblo de una calle, tenía un Four Square, una gasolinera antigua, un bar, un café, un museo polvoriento y fin. Escondido entre las montañas del Waitaky Valley, Kurow es un pueblo perdido en el tiempo y el espacio.

El aviso de trabajo ofrecía también alojamiento, por lo que nos pareció sospechoso. Tantas historias de terror de contractors que atraen a inocentes working holidays como nosotros a vivir con ellos y les cobran caro y por adelantado y luego el trabajo es una basura y no se pueden ir porque ya pagaron el alojamiento. Pensamos que antes que nada debíamos conocer el alojamiento y hablar con alguien a cargo. Así es como llegamos a Glenmac Farmstay, una propiedad inmensa a unos 10 Km del pueblo, que se perdía entre las montañas y las anchas praderas de alimentación de ganado ovino. Era hermoso. Pero el “Backpacker” en sí fue un shock emocional. Llegamos y un montón de gente corría de un lado a otro, habían viejos con la camisa desabotonada tomando cerveza a la 1 de la tarde y no entendíamos nada. Apareció Kay, una señora amable y nos dijo que cobraba 70 dólares por persona a la semana y nos mostró una pieza horrible de –sin exagerar- 2x3 metros, estaba construida por sí sola en medio del campo y alejada de la casa principal, la cual tenía una pieza donde alojaban una pareja de norteamericanos, una ducha separada del pasillo exclusivamente por una cortina, y una pequeña cocina. A unos metros había otra construcción que tenía 3 habitaciones más. Yo me espanté y le pedí a Eduardo salir de ahí cuanto antes. La suma del viejo con la camisa a medio abrochar tomando cerveza más una ducha sin puerta, fueron demasiado para mí.

Nos fuimos al pueblo y preguntamos por acomodación. No había nada. Es Kurow, ya nombré todo lo que había en Kurow. Nos paramos en la carretera y ese fue el momento decisivo que marcó el resto de nuestra aventura. Eduardo me dijo que lo intentáramos. Estábamos lejos de Dunedin, no teníamos dónde ir, y por 70 dólares a la semana podríamos probar una semana, ver si el trabajo es soportable y esperar mientras a que nos llamaran de Dunedin. Acepté la idea y la vi como algo provisorio, por lo que hice de tripas corazón y volvimos a Glenmac.

Nos instalamos en esa pequeña pieza de 2x3, la mayoría de nuestras cosas no cabían, por lo que las dejamos en el auto y nos fuimos a la cocina a preparar algo de comer y conocer a nuestros nuevos flatmates. Nos explicaron que toda esa revuelta que habíamos visto antes era porque acababa de terminar el período de trasquilado de ovejas y había venido un montón de gente a eso, el viejo con la camisa a medio abrochar había venido sólo por el día, y ahora viviríamos allí sólo nosotros, la pareja de norteamericanos, una francesa, un alemán que llegó con nosotros y un futuro checo que llegaría al día siguiente. Sonaba justo. Todos excepto la francesa, trabajaríamos juntos con Jackie, una  contractor kiwi buena para echar tallas.
 
Nuestra pequeña casuchita en Glenmac

El trabajo empezó, éramos un equipo de 6 personas y teníamos un predio de Pinot Noir entero para podar en 3 semanas y eso sería todo. Después de haber trabajado en una granja 15 a 17 horas al día en condiciones infrahumanas, el pruning nos pareció un sueño. Trabajábamos 8 horas diarias a nuestro ritmo, Jackie jamás nos apuraba, la vista era hermosa y podíamos parar y tener varios breaks conversando con el resto. Era lo máximo. Descubrimos que nuestros flatmates, Erin y Eric -la pareja de gringos-, Elisabeth –la francesa-, John –el checo- y Nick -el alemán, que luego trajo a su amigo Roland-, eran los mejores flatmates que podría haber pedido jamás, por lo que las condiciones de nuestro hogar –el ínfimo espacio, las millones de arañas y la ducha sin puerta- se convirtieron en detalles insignificantes. Lo estábamos pasando increíble. 
 
El atardecer en el camino a Glenmac Farmstay, Kurow
Viñedos de Pinot Noir sin podar

El atardecer al terminar la jornada laboral
Viñedos de Pinot Noir que podamos
Nuestro patio en Glenmac Farmstay


Teníamos un hogar que nos gustaba, tiempo para compartir, buena compañía y un trabajo que no nos estresaba para nada. Lo teníamos todo. Erin era como la mamá de todos, siempre organizaba cenas especiales y nos cocinaba cosas ricas. Aprendí a hacer Pavlova –el postre típico de Nueva Zelanda- y un montón de postres exquisitos que me enseñó Erin. Elisabeth por otro lado, se convirtió en una gran amiga y solíamos compartir nuestro amor por la naturaleza y subimos varios cerros juntas. John era un checo hippie que tocaba el ukulele y me enseñó mis primeras notas musicales en él.

El cumpleaños de Elisabeth
Pot luck Party
Aprovechando la tarde en nuestro gran patio
Cosechando Gorse flower para un fermentado de esas flores que hicieron Eric y Erin
Conociendo los alrededores dimos con las Elephan Rocks, unas formaciones rocosas nada más raras, utilizadas como escenario para Narnia y El Señor de los Anillos –La comunidad del anillo, cuando los hobbits escapan del Poni Pisador junto a Aragorn- y varios lugares arqueológicos importantes donde hubieron asentamientos Maories hacían cientos de años. Incluso había un set de grabación de una ciudad extraña, que algunos aseguraban era de la grabación de Espartacus. Waitaki Valley está lleno de lugares interesantes.
 
Waitaki Valley vista desde el asentamiento Maori
En el asentamiento Maori, protegido con rejas para su conservación
El asentamiento Maori
Elephan Rocks
Elephan Rocks
Elephan Rocks
El set de grabación supuestamente de Espartacus
Elephan Rocks
Elephan Rocks


Cuando Elisabeth se enteró de lo que vivimos en la granja se volvió vegetariana. Yo decidí que debía hacer lo mismo. Es difícil el tema, una vida entera consumiendo productos de origen animal sin ninguna culpa y que de un momento a otro te baje el cargo de consciencia y aunque deseas esa comida, sientes que debes dejarla, que es la única forma que tenemos para intentar en alguna mínima forma parar el abuso animal. Pero debo confesar que no lo he logrado, aunque mi consumo ha disminuido y durante toda mi estadía en Canadá consumí pura leche de almendras hasta hartarme de ella y he dejado la carne por varios períodos no consecutivos, sigo siendo una maldita carnívora, con culpa.  

Pero en nuestro período en Kurow fui bastante consciente con la alimentación y dejamos la carne durante un tiempo. Lo bueno de vivir en el campo es que podíamos comprar leche fresca por 1 dólar el litro a la vecina que tenía vacas y huevos Free Range –u orgánicos- a 2 dólares la docena. Con esos 2 productos baratos y exentos de sufrimiento animal me sentí más que lista para dejar la carne. Pero igual me era inevitable comprar mi barra de chocolate cadbury semanal en el supermercado, ser consciente del maltrato animal es un camino demasiado duro de seguir.

Corderitos de Glenmac
Un corderito recién nacido que me encontré caminando por los cerros de Glenmac
Me sentía muy afortunada. Glenmac era una extensión gigante de terreno que jamás podríamos recorrer entera, y era como nuestra. Podíamos caminar entre sus cerros y recorrer la rivera del río y jamás toparnos con ningún límite, seguir los senderos de las ovejas, ver un motón de animales silvestres, perdernos en el silencio infinito de esas tierras y disfrutar plenamente de la vida de campo, con sus noches estrelladas y sus tardes quietas. Era el paraíso.
 
Waitaki Valley desde los cerros de Glenmac
Esa casita allá abajo era nuestro hogar
Waitaki Valley
Glenmac Farm
En Glenmac
El río que pasaba por el terreno de Glenmac, el que yo nunca me cansaba de recorrer

Organizábamos cada vez más seguido una BBQ en el “patio” -que era todo el campo infinito de 1200 hectáreas-, mirábamos las estrellas, el cielo más increíblemente hermoso que he visto en mi vida, todos compartíamos el amor por el buen vino y siempre teníamos un pretexto para reunirnos junto al fuego, teníamos unos sillones viejos que acomodábamos frente al fuego y disfrutábamos de esas noches a concho, escuchando el ukulele de John y las bromas de todos. Fue el mejor tiempo que viví en Nueva Zelanda. 



 
Camino a Glenmarc

El cielo desde Kurow

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