sábado, 14 de septiembre de 2013

Después de la tormenta, sale Haverlock North


Los siguientes días luego de la huida de Hastings podría llamarlos como nuestra “etapa de introspección”. Aprender de los errores y comenzar de nuevo. Pero lo que se llama comenzar de nuevo. Pasamos unos días en casa de Leo y Ale, unos amigos chilenos, que habíamos conocido sólo 5 días antes y que nos ayudaron moralmente en este proceso, que fue bien duro. No es fácil perder a tus amigos cuando estás fuera de tu país, es como perderlo todo. Y podríamos decir que literalmente lo habíamos perdido todo. Después nos fuimos a Napier, casi por ir a alguna parte, porque habíamos ido un par de veces y lo encontrábamos bonito y porque habían más avisos de ventas de autos en Napier que en Hastings.  Así fue como compramos nuestro auto propio y tachamos la primera victoria en nuestra lista de necesidades.

El siguiente paso fue el alojamiento, buscar donde vivir.  Buscamos en Trademe varios avisos de Flatmate wanted hasta que dimos con Frank, un señor hippie de unos 70 años que nos salió a recibir con short, una polera raída, sin zapatos, pelo largo y un aro con el símbolo de la paz en la oreja izquierda. Fue amor a primera vista. Frank nos mostró la casa, su huerta orgánica, su compost y su producción de cerveza artesanal. Un par de días después ya estábamos instalados allí. Así fue como nos fuimos a vivir a Haverlock North, un lugar más que encantador.

Cuando pienso en Hastings, pienso más bien en Havelock North, y por eso creo que me agrada Hastings. Porque pasé más tiempo en Havelock North, un pueblo en teoría al lado de Hastings, aunque básicamente es sólo un barrio a 5 minutos en auto a los pies del Sleeping Giant. Vendría siendo el sector cool, lleno de cafés bonitos, tiendas loquillas, vida nocturna, casas y gente linda paseando a sus perros, un lugar a las faldas del cerro, rodeado de viñas y de bodegas con interesantes vinos. Definitivamente un lugar perfecto para vivir. 

Allí compartimos casa con David y Alisdair, dos kiwis con los que comencé recién mis primeras incursiones serias con el inglés. Alisdair era un periodista de 23 años trabajando en el restaurant de una viña por el verano para juntar plata para irse a Inglaterra,  llevaba una pareja distinta cada fin de semana y le gustaba cocinar cosas ricas y combinarlas indistintamente con Pinot Gris, una cepa que nunca terminó por gustarme. David era un tipo de 60 años, soltero y coqueto que pasaba parte del día con Panda, un gato casi tan viejo como él, tomando cerveza y hablando por teléfono con mujeres que conocía por internet.  Dos personajes que conforman mi lista imaginaria –o mental- de “gente que no quiero olvidar nunca”.
Nuestro hogar en Havelock North con Alisdair y David

Fue cuando llegamos a Havelock North que Karen y José, los chilenos que conocimos en el aeropuerto de Auckland tomaron contacto con nosotros, luego de más de 3 meses de olvido, y descubrimos que vivíamos a 3 cuadras de distancia, toda una paradoja. Perdimos unos amigos, pero ganamos otros mejores. 

Cena con Karen y José en el Pipi, un pintorezco restaurant en Havelock North

El tercer paso importante era encontrar trabajo, y urgente. Buscamos inútilmente durante días hasta que David nos ofreció su ayuda y nos llevó a Johnny Appleseed, un packing de manzanas, donde quedamos contratados de inmediato. Empezábamos al otro día, con contrato fijo por a lo menos 3 meses y ganando más del mínimo. El trabajo era duro, 12 horas diarias de trabajo físico, soportando a George, un viejo irlandés pseudo-militar -que aseguraba había dejado de contar sus años después de los 70- estricto, gritón, gracioso y cargado del humor más negro, todo al mismo tiempo. Ese sí que está en mi lista de la "gente que no quiero olvidar nunca", todo un personaje, subrayado y con destacador. Con él vivimos tardes de deshidratación extrema y días bajo la lluvia indistintamente, resultó que el verano del 2012 fue el más frío en Hawkes Bay, por lo que a mediados de febrero tuvimos que comprarnos trajes de agua y resistir el trabajo bajo la lluvia, pero fueron buenos tiempos. Nuestra lista estaba completa, todo se había solucionado.
  
Y fuimos felices, podría casi agregar que inmensamente. Teníamos un sueño que se cumplía, trabajar en Nueva Zelanda en forma estable y poder planear nuestro futuro de una manera más tangible. Teníamos buenos amigos con los que tomar una cerveza en el centro de Haverlock los sábados en la noche, un agradable grupo de trabajo con los que compartíamos las tardes calurosas del verano entre las hileras de manzanos, y aprender inglés en la cotidianidad de nuestro hogar. Después de la tormenta siempre sale el sol dicen, y esta vez fue un sol brillantísimo cargado de rayos ultravioletas A y B y radiación con tormentas solares y todo eso. Nada podría haber sido mejor.    

Viña Craggy Range, detrás de Te Mata Peak

Grupo de trabajo en Johnny Appleseed
 
Viña Te Awanga
 

Ocean Beach nunca termina de aburrir a nadie

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