En el aeropuerto de Santiago
por tercera vez, despidiéndome de mi familia con la misma emoción y tristeza
que al principio sin terminar de creérmelo –porque ya por tercera vez debería
haber sido más fácil- abordé el vuelo LA 801 rumbo a Auckland –descubrí que ese
trayecto tiene siempre ese mismo código- un jueves 27 de febrero del 2014 y
aquí estoy, en la Tierra Media, mi lugar favorito, por tercera vez.
Esta vez será diferente
intuyo, tengo un trabajo algo más serio, así que algo debería cambiar supongo.
Cuando nos bajamos del avión con Eduardo y cruzamos ya por tercera vez el
umbral de figuras maoríes que te recibe al entrar al país, nos emocionamos casi
de la misma forma. Pero sólo casi, porque igual fue más impresionante la
primera vez. Nos acomodamos en el patio de comida del sector Departures y nos
quedamos allí a esperar el desenlace. En pocas horas Eduardo tomaba un bus
hacia Napier y yo un avión a Blenheim. Nos comimos un meatball footlong en el
Subway –nuestra cena favorita en NZ durante nuestra larga estadía anterior-
celebrando nuestro único momento juntos en Nueva Zelanda antes de separarnos y
cuando llegó ese momento apechugamos. Eduardo se subió a su bus y yo me fui a
esperar mi vuelo a Blenheim, que de paso aclaro fue del terror, el avión casi
de juguete, sin manga y con hélices, pero las vistas que tuve al recorrer por
aire toda la costa oeste de la isla norte y luego la impactante y montañosa entrada
a la isla sur, me dejaron perpleja. Sin dejar de mencionar por supuesto la
llegada a Blenheim, sobrevolando a escasos metros sobre los viñedos infinitos y
verdes, y espalderas rebosantes de racimos esperando la cosecha. Una belleza . Y
recordé, después de la pena de separarme de mi familia y también de Eduardo,
por qué había querido volver. Es que Nueva Zelanda es simplemente un
sueño.
Acá en Blenheim, Erin y Eric
me esperaban con las puertas de su casa abiertas así que me quedé con ellos.
Fue un lindo reencuentro. Comencé a trabajar de inmediato y aquí estoy,
tratando de acostumbrarme aún a este cambio. Y como estaré trabajando aquí
mismo durante bastante tiempo no tendré ya muchos viajes de qué escribir, por
lo que seguiré escribiendo acerca de Asia. En mi nuevo ambiente laboral por
otra parte, me he sentido de maravillas. Y es que tener jefes kiwis es algo que
me sienta bastante bien, sumado a estar en una linda bodega, haciendo buen vino
con un montón de gente adorable es un verdadero regalo divino.
Y a poco más de una semana
de mi llegada he descubierto Wither Hills, las colinas que se levantan a pocos
pasos de mi hogar, poseedoras de un montón de trekkings para pasear durante los
hermosos atardeceres kiwis. Por lo que en los dos días libres que he tenido me
he recorrido 2, desde donde se puede ver Blenheim, en medio del valle y los
viñedos, el mar y los exuberantes atardeceres, y cuando está despejado incluso la isla norte,
justo frente a Blenheim.
En fin, aquí estoy. La
tercera es la vencida dicen, y yo no sé qué significado darle a eso en estos
momentos cuando ya ni tan segura estoy de nada. Sólo sé que Nueva Zelanda es un
lugar maravilloso y que si estoy aquí por algo debe ser.
En el patio trasero de mi nuevo hogar en casa de Eric y Erin |
Wither Hills |
Wither Hills |
Wither Hills |
Wither Hills |
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