sábado, 16 de noviembre de 2013

Goodbye dream, for a while




Las cosas no siempre resultan como uno quiere. Sí, frase vieja, pero cierta - maldita sea-. Un día fui a trabajar como de costumbre, encaramada arriba de un tanque de 4000 litros de un ensamblaje de tintos haciendo un remontaje, suena mi teléfono, cosa rara porque nadie me llama!, contesté y era Eduardo diciéndome que su papá estaba muy grave en Chile y que se devolvía. Así de simple. Todos los planes, la seguridad que me producía tener todo planeado cautelosamente con anticipación, y con él, se me fueron a la punta del cerro. Me bajé del tanque, y mientras aún no salía del shock, Daniel, mi compañero de trabajo –el único francés enólogo bueno en el mundo, estoy segura- me ve la cara y me pregunta que qué pasaba. No entraré en detalles melosos, pero sí diré que colapsé ese día. Me devolví a la casa a estar con Eduardo y conversar. Después de una tarde horrible, decidimos que él volvería a Chile lo antes posible a estar con su papá, y que yo me quedaría aquí en Oliver, terminando la vendimia.

Estas cosas pasan, y frente a ellas no hay nada más que hacer. No sirven los planes ni nada, hay que hacer lo que hay que hacer y fin. Eduardo renunció a Tinhorn Creek al día siguiente, compró su pasaje de vuelta a Chile rápidamente y se devolvió hace 4 días atrás. Su papá está mejor e imagino que tener a su hijo de vuelta le devolvió gran parte de la vitalidad que había perdido con la enfermedad. Puedes tener mil planes, visitar miles de lugares maravillosos en el mundo, pero siempre la familia es lo más importante, lo más bonito que uno tiene, y ninguna maravilla del mundo te puede hacer cambiar de parecer.

Pero bueno, dentro de todo, no estuvo mal haber vivido el sueño aquí, en este extremo del mundo. Antes de partir, pasamos un día de nieve juntos, una tarde en su bodega, degustando los vinos, tomando fotos del lugar, probamos el icewine –que sólo se elabora en Alemania, algunos sectores de Francia y en Canadá- por primera vez y nos regalaron un montón de botellas de vino. Nos hicimos bolsa comiendo en el A&W –un local de comida rápida que sirve unas hamburguesas increíbles, papas fritas con cáscara y un vaso  de medio litro de té helado- y compartimos en nuestra casita nuestros últimos momentos juntos. Fue un buen tiempo.

Okanagan Valley nevado


Road 13 bajo la nieve!
 
Venadito orejon

Degustación en Tinhorn Creek Winery

Probando el Icewine en vasitos de chocolate

En la sala de barricas de Tinhorn Creek
 
Okanagan Valley from Tinhorn Creek Winery


Habíamos planeado estar en Canada hasta fines de febrero, pasar una blanca navidad, viajar más al norte –a Jasper probablemente- cuando terminara la vendimia, ver la aurora boreal y algún oso, visitar un par de lugares, yo tomaría un curso de inglés –y dejar de paso mi tarzanezco acento- y a fines de febrero volveríamos a trabajar a Nueva Zelanda hasta junio, donde comenzaba un sinfin de planes más que incluían un par de países más que soñábamos visitar. Era perfecto. Pero bueno, no hay que llorar sobre la leche derramada –qué buen dicho!- ahora a aprovechar de mi tiempo –sola- acá en Canadá, ver lo que más pueda, ahorrar lo que más pueda, volver a Chile para navidad, estar con Eduardo -que básicamente es lo que quiero hacer para el resto de mi vida-, buscar un trabajo y planear –aunque aún sigo sin sentirme preparada para ello- una vida en Chile, no sin perder claro, las esperanzas de seguir viajando con Eduardo. La vida es muy corta y el mundo es muy bello para quedarse en casa.


2 comentarios:

  1. uy, parece que ya me habías contado esto..?
    Pucha que pena, pero creo que en momentos así no hay nada que pensar.
    Pero anyway, ya con la experiencia que tienes, demás te saldrán trabajos en viñas alrededor del mundo pue!
    además que salir por primera vez cuesta, pero ya que saliste una vez después cuesta quedarse jeje

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  2. uff eso de que "cuesta quedarse" es muy cierto!! jaja... Saludos Fer!!! que emoción que me leas!!! jaja

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