Cuando Eduardo se fue, pasé por varias etapas de indecisiones
personales, preocupándome por no tener un plan que me gustara, y yo sin un plan
de vida no puedo estar tranquila, buscándole un sentido a las cosas, etc. Uno
de esos procesos algo grises por los que uno pasa de vez en cuando en la vida pero que finalmente son necesarios.
Decidí miles de cosas, planeé otras cuantas, y me planteé parar de quejarme y
tratar de hacer las cosas que quería, ser valiente y arriesgarme a cruzar ríos.
Así fue cuando llegó el día en que la vendimia
terminó, y decidí quedarme unos cuantos días más en Oliver descansando, y darme
tiempo para lo que más quise hacer durante todo el tiempo allí: el trekking a
la montaña de Oliver. Le dije a 2 compañeros de trabajo si les interesaba la
idea y ambos salieron con excusas, así que me di cuenta que debía hacerlo sola
y que eso no debía asustarme, ya que muchos me habían dicho que hacer trekking
en Canada era algo peligroso por los osos y los pumas, coyotes y lobos y que lo
recomendable era ir acompañado, aunque algunos canadienses me dijeron que no
era gran problema porque la mayoría de las veces los animales huyen del ser
humano. Con esa estadística algo primitiva pero alentadora fue como un día me levanté
temprano, tomé mi nuevo desayuno canadiense favorito en casa –café con crema y
wafles con mantequilla y Maple syrup- y partí en un día de sol insuperable,
pero abrigada hasta los dientes para resistir la máxima de -11°C que hizo ese día.
Fue una experiencia maravillosa. Me sentí bien conmigo
misma, subí el cerro, vi muchos venados y huellas de oso plasmadas en la nieve –o
puma, o un mamífero grande- y una vista preciosa al valle de Okanagan. Cuando
bajé decidí caminar hasta el lago escuchando mi canción de victoria: Zero de
Yeah yeah yeahs, y terminé luego la tarde en un bonito café donde me compré un
cheesecake de limón y coco y un cappuccino, el primer café que me tomaba en un
restaurante, sola. Fue una tarde perfecta. Cuando volví a casa, me sentía otra
persona. Había subido un cerro con osos sola, ya no había nada que no pudiera
hacer.
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Trekking in Oliver Mountain |
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Huella de oso o qué se yo |
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Oliver from Oliver Mountain |
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Tuc-El-Niut Lake en Oliver |
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In Oliver Mountain Summit! |
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Mi primer café conmigo misma de la vida, en Oliver |
Al día siguiente partí a Penticton –la ciudad más
cercana a Oliver- a cerrar mi cuenta de banco, tomé el bus a las 6 de la mañana
y llegué a Penticton a las 7 am aún de noche y con -10°C, así que decidí
quedarme en un café y leer un rato, terminé finalmente “La Peste” de Albert Camus
y luego de que mi apetito se activara y ver a varios oriundos del lugar pedirse
un super desayuno con tostadas, huevos fritos, jamón y hush –una cosa aceitosa
que supongo era papas fritas raras-, decidí ir por uno de esos. A las 9 am salí
a caminar un poco y el frío que hacía me hizo replantearme mis ganas de pasear.
Fui al banco y esperé calentita a que me atendieran, hice mis trámites y luego
salí a caminar nuevamente, dispuesta a conocer el lago, su costanera y alguna
otra gracia de Penticton. Era el único día que tenía para conocer esa ciudad así
que cámara en mano recorrí toda la
costanera norte del Lago de Okanagan y se me congelaron las manos por sacar
fotos a tal punto que aún después de semanas de eso la piel no me vuelve a la
normalidad. Luego visité una librería famosa –un laberinto impresionante- y unas
cuantas calles del centro y se me hizo la hora de tomar el bus de vuelta a
Oliver. Penticton a mi parecer, no tenía mucha gracia salvo que está entre dos
hermosos lagos, y al igual que Oliver, es una ciudad normal en un hermoso
lugar, una ciudad con suerte.
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En la costanera en Penticton |
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Okanagan Lake, Penticton |
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Book Shop, Penticton |
El resto del tiempo en Oliver lo pasé con mis ex
compañeros de Road 13 en despedidas varias y haciendo mi odiosa maleta, la peor
parte de viajar. Y así un viernes por la mañana partimos con Mark y Daniel –el único
francés enólogo bueno del mundo, sigo creyéndolo- hacia Vancouver en el auto de
Mark por caminos increíbles -sacados de películas gringas-, y dejamos atrás esta
bonita etapa, nuestro aburrido pero finalmente querido pueblito de Oliver.
que hermosoooooooooooooo!!!!!!!!!!!
ResponderEliminaray! como que derrepente me dieron ganas de invierno!