Llegamos a Vancouver un viernes por la tarde, Mark nos
dejó a Daniel y a mí en Surrey Station, en un barrio más o menos periférico de
Vancouver, desde donde tomamos el metro
y nos dirigimos hacia el centro de Vancouver, llenos de emoción y
cansancio al mismo tiempo. Mi maleta pesaba como un muerto. Sabía que estaba
vieja la pobre y que luego de esa noche tenebrosa en Nueva Zelanda donde mi
maleta sufrió serios estragos –ya voy a llegar a ese detalle escabroso del
viaje- su muerte era inminente, aunque nunca pensé que ese momento llegaría
justamente ese mismo día, mi primera vez sola en una mega ciudad.
Daniel tenía reserva en otro hostal así que se bajó
del metro antes que yo, se despidió a la ligera y quedamos en vernos uno de
esos días ya que estaríamos en la misma ciudad turisteando, pero eso nunca pasó
y lamentablemente esa fue la última vez que lo vi. Yo seguí mi recorrido hacia
Vancouver City Centre Station, me bajé apenas con la maleta a cuestas y después
de dos cuadras las ruedas prácticamente se desintegraron y tuve que arrastrar
todo el peso con mi propia fuerza. No ruedas de ayuda, no compañero caballeroso
cerca, nada. Por suerte mi hostal, el Hi Central Vancouver –el que recomiendo
100%-, estaba cerca así que llegué, hice el check-in, y me dirigí a mi
maravillosa pieza de dos personas en la que estaba sola. Me instalé, descansé la
espalda un rato luego de esa horrible odisea y me abrigué para salir a caminar
por la ciudad. Creo que caí rápidamente enamorada de Vancouver. Aunque no ese
día, pero sí tuvimos química esa misma noche.
Como Auckland fue lo primero que conocí como “ciudad
desarrollada moderna y grande” todas las ciudades nuevas suelo compararlas con
Auckland, por lo que mi primera impresión fue “sigue siendo mejor Auckland, es
más limpia y más acogedora”, pero me gustó igual. Vancouver tiene mucha onda y
se respira en las calles, el bullicio, la gente en las esquinas, el olor a
marihuana en cada rincón y las noches llenas de vida. Esa noche en mi primer contacto real con la ciudad, recorrí
casi entera Granville Street, saqué muchas fotos, caminé absorbiendo esa
energía exquisita que tiene la ciudad y terminé mi jornada en un restaurant
pequeño de comida Thai, donde pedí un Chicken Green Curry y una cerveza y
brindé conmigo misma por este pequeño triunfo: estar en Vancouver, una ciudad
que desde chica soñaba con conocer, gracias al Ataque, el juego de estrategia que
jugaba con mis hermanos.
Ok, fuí injusta la primera vez, y catalogué a Vancouver de "abrumadora" llena de cemento y sin sol cuando llegué desde Chile hacían casi 3 meses, pero por eso tenía que volver y ver qué tenía realmente para ofrecer esta ciudad. Y el escupo me cayó en plena cara porque me encantó. Esa noche volví a mi hostal, revisé mi mail y me encontré con
que una viña de NZ me había escrito pidiendo una entrevista por Skype. Como que
todo lo bueno llega junto, pensé, así que feliz me acosté y me dormí en un
segundo, con la satisfacción de ver que los planes hasta el momento iban
saliendo bien. Y me quedaba aún una semana más en esa fría y deliciosa ciudad
de Vancouver.
The cuter bus ever! in Granville Street |
Granville street |
Vancouver Convention and Exhibition Centre West |
Canada Place |