miércoles, 9 de octubre de 2013

El cruce en Ferry




Despedirnos de nuestros housemates en Haverlock North fue difícil. Nunca me di cuenta hasta ese momento que cuando viajas creas lazos fuertes con personas que nunca imaginaste toparte, encuentros cortos pero significativos que llegan a marcarte y a ocupar un lugar en tu corazón para siempre. Quizás es el hecho de haberte desprendido de todo lo que era tu vida en tu país, que las relaciones con nuevos amigos en el extranjero se vuelven más viscerales, irracionalmente importantes. Llegaba la hora de dejar Haverlock North, felices y llenos de emoción, pero algo tristes por dejar atrás una parte importante de nuestras vidas, de estas nuevas vidas de viajeros que habíamos adoptado, por dejar a los amigos. 

Le dimos un largo abrazo a Alisdair, it’s not a goodbye, it’s just a see you soon, dijo, y deseé con todas mis fuerzas de que así fuera. Nos despedimos de David, de Karen y José, nuestros nuevos amigos chilenos y vecinos con los que habíamos hecho un fuerte lazo, sin tener la certeza de  volvernos a ver, pero con las ganas de hacer coincidir nuestros planes a futuro. Con el auto cargadísimo –incluyendo las bicicletas que después de nuestra etapa en Hawkes Bay fueron más bien un adorno/cacho- le decíamos adiós a la primera etapa de nuestra aventura,  felices por haberla cumplido satisfactoriamente, por el nuevo rumbo que tomábamos y por poder realizar nuestros planes y sueños como los habíamos imaginado.

El plan era trasladarnos a Blenheim, en la isla sur, porque yo había conseguido trabajar para la vendimia en la viña Mudhouse –que fue básicamente la razón de mi viaje a Nueva Zelanda-, por lo que Eduardo debía llegar a buscar trabajo partiendo de cero mientras yo sostenía la situación con mi trabajo en la bodega, habíamos ahorrado en el trabajo de las manzanas, por lo que podíamos prescindir de un trabajo por algún tiempo.

Así que partimos nuevamente por la carretera 2 rumbo a Wellington, la que visitábamos por segunda vez, estaba anocheciendo, nos tomamos un Vodka con pepino y Chi -un trago y un lugar recomendados por Alisdair- y pasamos una noche en el auto a las afueras de las oficinas del Bluebridge, el Ferry que nos cruzaría a la isla sur del día siguiente. Esa mañana en Wellington, después de una fría noche y un pésimo sueño, paseamos una vez más por las calles capitalinas en una mañana soleada y hermosa a decir basta. Era la despedida perfecta de la isla norte. A medio día abordamos el ferry en el auto, subimos a la parte más alta y le dijimos adiós a Wellington y a la isla norte.

Una hermosa mañana en Wellington






El viaje en Ferry fue algo hermoso. Salimos de la bahía de Wellington rumbo al estrecho de Cook que separa ambas islas, navegamos por mar abierto en esa inmensa embarcación que subía y bajaba debatiéndose entre las olas y el viento, mareando a los pasajeros que teníamos que afirmarnos para no caer, hasta entrar en la isla sur, donde el paisaje cambiaba y todo se volvía intensamente verde, montañoso y salvaje, como si Nueva Zelanda entera quisiera recordarte que por algo la escogieron como la Tierra Media
 
Vista de Wellington desde lo alt del Ferry

Goodbye Welli!

Fish and Chip en el Ferry

Navegando en los canales de la isla sur, una abejita se coló en la foto



Dos horas y media de viaje después habíamos llegado a Picton, un pueblo que muchos dicen no tiene ni un brillo pero que yo encontré precioso. De hecho es casi perfecto. Recibiendo a los viajeros como puerta de entrada a la isla sur es un pueblo pequeño rodeado de cerros verdes, una playa preciosa, yates, restaurantes bonitos y muchos miradores en lo alto de sus cerros a los que algunos accedes caminado por senderos boscosos y a otros en auto. En ese momento seguimos rumbo a Blenheim luego de un breve vistazo, pero volvimos un par de veces más, ya que Blenheim estaba a una hora de viaje y por el paisaje valía mucho la pena.

Llegamos a Blenheim a eso de las 6 de la tarde, habíamos acordado ver una casa de Flatmate wanted en Trademe, así que pasamos a verla en seguida. No nos gustó mucho, principalmente porque los dueños parecían poco conformes con nosotros y nos dio miedo decirles “hey tenemos nuestras cosas en el auto, podemos quedarnos ahora ya?” Así que partimos a ver otra casa, cansados después de tanto viaje, sin haber dormido casi nada la noche anterior y nos encontramos con Edson, un brasileño relajado en una gran casa con 4 habitaciones desocupadas, todas amobladas y con televisión, casi como un hotel, era barato y nos dijo que podíamos quedarnos de inmediato si queríamos. Nos quedamos. Bajamos algunas cosas esenciales –como el pijamas- y nos tumbamos en la cama hasta el día siguiente. Lo habíamos logrado, estábamos en la isla sur.    

Picton, vista desde el Ferry antes de llegar al puerto

Picton

Picton

No hay comentarios:

Publicar un comentario