miércoles, 17 de septiembre de 2014

Retomando: Más de KL






Venía postergando escribir en mi blog de hace un rato y la verdad es que ya lo estaba echando de menos. Ha pasado un buen tiempo y harta agua bajo el puente también, el escenario ha cambiado bastante, digamos en todo, o casi todo, pero el show debe continuar. Aún en Nueva Zelanda, trabajando, viviendo, disfrutando y sobrellevando, altos y bajos, ya estoy comenzando a soñar con mi siguiente viaje. Aun nada planeado, pero algo tiene que salir. Y es que estar aquí ya no es un viaje para mí, es casi una vida, una linda vida –los atardeceres sobre los viñedos tras las montañas siguen siendo algo impactante aún después de tanto tiempo- pero vida al fin, comienza casi a ser la realidad, lo rutinario, y me gusta, a veces no tanto, pero aquí estoy. Lista para escribir acerca de las aventuras pasadas y las que se vienen.

Retomando en lo que íbamos: Kuala Lumpur. Teníamos aún tres días para gastar en Malasia y aunque en un principio pensamos en pasar sólo 2 días en Kuala Lumpur y los otros tres viajar a Melaka o a Penang, sentimos que “el que mucho abarca poco aprieta” y que con 2 días en KL no habíamos visto nada, así que nos quedamos.

Lo primero fue dejar de seguir postergando la ida a Bathu Caves así que partimos al KL Sentral Station, tomamos el metro, y llegamos a Bathu Caves. Debo decir que pararse frente a esa escalera de 272 escalones junto a la estatua dorada de Buda de 42 metros de alto es absolutamente impresionante. No es lo mismo verlo en una foto. Porque ya había visto muchas pero ese día quedé impactada igual. Subiendo la escalera te encuentras con una infinidad de monos mostrando su agilidad en la escalera que con 30 y tantos °C y una humedad del terror se convierte en un reto duro para cualquiera, menos para los monos claro, que la bajan y suben como nada.

Arriba de las escaleras es un mundo aparte. La cueva más grande que yo había visto hasta ese momento llena de pequeños altares hindúes, pájaros, selva, humedad, inciensos, monos, música y muchos turistas, te envuelve en una atmósfera bien peculiar, deliciosa podría decirse. Yo no sé qué me esperaba encontrar en las Bathu Caves pero definitivamente superó mis expectativas 100 veces y más. Es una maravilla y visitarlas fue creo lo mejor de mi estancia en Kuala Lumpur.











   

Nos fuimos después al Merdaka Square, una gran plaza rodeada de los edificios gubernamentales más lindos de la vida, y nos quedamos tirados en el pasto un rato viendo el atardecer. Visitamos el Little india de KL como para darle una segunda oportunidad a los barrios indios pero de nuevo no nos gustó, nos fuimos a Chinatown a comer y a preparar las mochilas porque nos quedaba un solo día en KL y queríamos aprovecharlo a concho.





 
Ese último día decidimos ir a ver el Bird Park, un aviario gigante donde los pájaros están casi libres adentro contigo y puedes tocarlos y verlos de cerca. Para llegar a él caminamos la mitad del día pero lo logramos. El parque es lindo, está lleno de gente eso sí, pero los pájaros caminan y vuelan al lado tuyo como Pedro por su casa y amistosos se acercan a lucir sus bellos plumajes y picos exóticos. A mí me encantó la experiencia, puedes comprar comida y darles, nunca arrancan porque están acostumbrados a la gente y aunque está lleno de gente creo que se convirtió en una experiencia recomendable. A la salida vimos un par de monos poco amistosos que nos miraron como queriendo asaltarnos así que nos alejamos. Caminando sin rumbo nos encontramos con Masjid Negara, una mesquita musulmana que permite a los turistas usar una túnica y entrar a y sentirte musulmana por un rato. Los hombres eso sí, pueden entrar con ropa normal mientras no muestren de la rodilla hacia arriba, cosa bien sexista porque las mujeres no muestran ni el pelo. Y sí, no me agrada el machismo de la cultura musulmana, hombres paseando fresquitos en sus delgadas camisas mientras llevan a su esposa caminando atrás de él con una túnica negra, mostrando apenas los ojos y hasta con guantes en los caso extremos, con un calor de la puta. Injusto. Pero bueno, entramos y la verdad que sirve para capear el calor un poco y ver a los musulmanes rezando, no tienen imágenes de ningún tipo y nada parece muy idólatra, es más bien un gran espacio minimalista con una arquitectura un poco rara y nada más. Pero fue interesante y me gustó. Y como de las cosas favoritas que hicimos en KL fue comer en Jalan Alor, nuestra última noche no podíamos dejar de visitarlo por última vez. Exquisita comida, alegre ambiente, perfecto para una última noche en KL.











Al otro día fue tomar un taxi a las 4 de la mañana y partir al aeropuerto, donde tomaríamos el avión a Krabi, Tailandia, y dejaríamos así nuestra visita por Kuala Lumpur, una ciudad que yo recomiendo 100% a ojos cerrados. Hermosa. Ese último día decidí tomar fotos durante todo el día cada un par de minutos y finalmente las junté e hice un video que muestra lo que hicimos en nuestro último día en KL AQUÍ. Cada vez que lo miro me siento ahí de nuevo. Hice el video hace tiempo, y me costó bastante trabajo –días enteros de hecho- y me gusta, así que tenía que subirlo.  Y aunque con Eduardo ya no estemos juntos, es mi vida, y todo eso es parte de ella igual. That’s it.    



     

viernes, 18 de abril de 2014

Kuala Lumpur, Malasia


La llegada a Kuala Lumpur, capital de Malasia, fue bastante tenebrosa. Habíamos pasado la noche en el aeropuerto de Singapur, por lo que esa mañana a las 9am desembarcamos del avión cansados y directo a buscar un alojamiento, habíamos hecho nuestra búsqueda respectiva en internet y habíamos llegado a la absurda idea de que Chow Kit era un buen barrio para cotizar –el maldito mapa que muestra booking.com señalaba un montón de hoteles allí de precios accesibles y con fotos prometedoras- así que tomamos el KLIA Express, un tren re bonito que cruzaba un campo de palmeras infinito –que no pude mirar bien porque se me cerraban los ojos- hasta que llegamos al KL Sentral, desde donde tomamos el metro –uno muy barato y con aire acondicionado, increíble- y llegamos a Chow Kit, que vendría siendo el barrio 10 de Julio de KL. Horrible.

Creo que fue un pésimo comienzo en KL. Buscamos durante más de 3 horas un buen lugar, a la hora y media ya nos habíamos dado cuenta que la mayoría de los hoteles ofrecían tarifas por hora, y luego de encontrarnos con muy pocos turistas, caímos en la cuenta que simplemente, la vendimos. Las calles eran un caos, las motos se subían a la vereda y no podíamos caminar temiendo un atropello inminente. Pero lo que más nos impactó de nuestra llegada, fue que varias personas –unos 3 tipos distintos y una mujer musulmana- nos escupieron los pies en la calle –evidentemente a propósito-, por lo que no nos sentimos muy bienvenidos en el país. A eso se sumaba que estábamos cansadísimos, el calor infernal que hace en Kuala Lumpur es como para matarse, así que tomamos una habitación en un hotel cualquiera y nos tiramos a dormir el resto del día. Cuando despertamos era de noche, y ya no habían lugares abiertos para comer, el barrio se veía peligroso a esa hora y la deshidratación nos comía vivos, cómo detesté Malasia en ese momento! Pero caminando encontramos un Pizza Hut abierto y comimos y tomamos ahí un montón. Sí, fue un pésimo comienzo. Mi primera cena en Malasia fue en una cadena de comida gringa. Recuerdo que volvimos al hotel –que era casi una tenebrosa réplica del hotel de la película El Resplandor- y por la ventana se veían las Torres Petronas y no me interesó ir a verlas. Me quedaban 5 días antes de viajar a Tailandia, y en esas circunstancias se sentían una eternidad. 

  
Pero después de la tormenta, salió el sol y nos trajo al maravilloso barrio chino. Mi querido Chinatown. Apenas nos bajamos de la estación Pasar Seni a la mañana siguiente y pisamos sus calles atiborradas de gente, ruidos, aromas y cachivaches, ya nos sentimos renovados. Cotizamos un par de Guesthouses y nos quedamos en el Reggae Guesthouse1, un lugar muy agradable que si comparamos con el hotel de mala muerte anterior era un verdadero paraíso. Y más encima a mitad del precio -55 ringgits la habitación doble, versus 110 de la habitación del hotel de “El Resplandor”-. Dejamos las mochilas y salimos a recorrer Chinatown –lo único que habíamos hecho el día anterior era dormir así que estábamos como nuevos- caminamos por Jalan Sultan y Petaling Street embobísimos de tanto comercio, tantas réplicas –carteras Mark Jacobs a RM$100- tantos puestitos de comida de todo tipo, que era imposible no alucinarse y quererlo todo. 

Jalan Sultan, Chinatown
Las Torres Petronas eran un infaltable. No has ido a Malasia si no te has sacado la fotito con ellas, eso todo mundo lo sabe. Así que partimos y sí, son lindas, impresionantes, adictivas. Se me olvidó todo el odio acumulado el día anterior y me di cuenta que estábamos en una ciudad increíble. Definitivamente Kuala Lumpur es una ciudad maravillosa. Con mucha más personalidad que Singapur, más vibrante, picaresca y algo esquizoide, KL tiene mucho que mostrar, mucho que palpar en sus calles atestadas de sensaciones que te colapsan y fascinan al mismo tiempo. Es una ciudad para descubrir y darle tiempo. Siempre escuché que KL era una parada de 1 o 2 días, ver las Petronas y ya está. Mi opinión es que en uno o dos días no te lograras empapar de la esencia de la ciudad y no lograras entenderla. Y con 5 días no estoy muy segura si yo logré entenderla tampoco. Una mezcla de culturas, religiones, comidas, comercio, monos, tecnología, tormentas tropicales y costumbres difíciles de entender –como la prohibición de besarse en el metro o los vagones sólo para mujeres- Kuala Lumpur se ganó a ciencia cierta un pedacito de mi corazón. 
 
En el metro, vagón sólo para mujeres
En el aeropuerto, lo primero que me llamó la atención al entrar al país!
Esa noche nos pilló una tormenta tropical saliendo de Las Petronas y nos refugiamos en el Pavilion, un centro comercial inmenso, que a pedido de Eduardo recorrimos durante un rato. Yo podría decir que casi detesto los centros comerciales, que me parecen asfixiantes incluso, pero muchas veces se debe ceder en una relación y bueno, gastamos una o dos horas en el Pavilion antes ir a comer al Central Market, un lugar en medio de Chinatown muy parecido a Petaling Jalan, la calle principal de Chinatown, pero un poco más ordenado, más limpio y con puestos de comida más confiables, aunque menos pintorescos eso sí –comer en la calle a mi gusto es un must en un viaje a Asia-. Y luego la infaltable cerveza helada en Petaling Jalan y a la cama.
 
Habíamos leído del Aquaria KLCC y sus 90 metros de pasillos submarinos, uno de los acuarios más importantes de Asia, recalcaba la Lonely planet. Así que fuimos y sí, si entras al Aquaria KLCC no hay vuelta atrás, nunca más volverás a disfrutar ningún otro acuario. Atestado de peces increíbles y un pasillo inmenso bajo aguas con tiburones, mantarrayas, tortugas y todo tipo de seres submarinos que dejan boquiabierto a cualquiera. Nunca he sido fan de los acuarios, ni tampoco es que me interesen mucho los peces, pero éste es alucinante –el Vancouver Aquarium me pareció una broma al compararlo con éste-. La gracia sale RM$50.


Esa noche, si aún algo de reticencia nos quedaba acerca de KL, se desvaneció por completo cuando dando botes por aquí y por allá llegamos casi por instinto a Jalan Alor, una callecita atestada de restaurantes y puestos callejeros de comidas asiáticas de todo tipo, abundante en aromas, farolitos, mesas de plástico y mucha gente, un paraíso gastronómico. Después de recorrerla entera, rechazar la mayoría de las ofertas de los malayos más insistentes, escogimos un lugar, nos instalamos y terminamos de enamorarnos de KL. La comida, al fin en lo que llevábamos en Asia, era buena. Espectacular, sin duda, una mezcla de sabores y picores alucinante. Si bien fue un caótico comienzo en KL, poco nos demoramos en quererla e incluirla dentro de la lista de ciudades favoritas. Una parada totalmente recomendable y más aún, indispensable en el Sudeste de Asia.  

Jalan Alor
Jalan Alor
Torres Petronas
KL City Center Park
Centro comercial mutante dentro de las Petronas
Chinatown
Central Market
Central Market
Central Market
Nasi Lemak, el plato típico de Malasia
Aquaria KLCC





miércoles, 19 de marzo de 2014

Singapur





Cuando nos bajamos del avión en Singapur y pisamos tierras asiáticas fue impactante ya desde el primer momento, incluso considerando que Singapur es lo más occidental de Asia y el imponente aeropuerto Changi, el segundo más grande del mundo, no es suficiente para atenuar el impacto de ver militares con metralletas en las manos paseándose entre los pasajeros y carteles en la aduana advirtiendo que la tenencia de cualquier tipo de drogas está penada con la muerte. Lo que se llama un caluroso recibimiento.

Pero no es nada terrible, la gente en general nos trató amistosamente y como el inglés es una de las lenguas oficiales del país, fue casi como estar en NZ. El metro llega hasta el aeropuerto mismo, y por SGD$2,5 –que valen casi lo mismo que los dólares kiwis- salimos del aeropuerto internacional hasta el centro mismo de la ciudad. Una preciosura. Lo que no fue tan lindo fue el primer encuentro con el clima tropical en la vida, sentía que casi no podía respirar, que el aire era una masa espesa que no me cabía en la nariz. Bueno sí, siempre he pecado de exagerada, pero fue más o menos así. Yo estaba como perrito de departamento en su salida dominguera, por lo que todo me parecía curioso y excitante, así que el clima fue otro objeto más de admiración y mientras esperábamos el metro mirando las grandes plantas tropicales que rodean el aeropuerto yo ya me sentía en la jungla misma.

Así que si las grandes plantas del aeropuerto me tenían impactada, hablar de la impresión de bajarse del metro directo a Chinatown, sería la apoteosis máxima del asombro mismo. Y recuerdo esa imagen, la que aparece luego de subir las escaleras del metro, como uno de los momentos más increíbles de mi vida. No cabía duda, estaba en Asia, y ese preciso momento fue la confirmación de todo lo que hasta ese momento parecía un sueño. Ahí, en medio de Pagoda Street, el revoltijo de gente promocionando sus mercancías, puestos de comida, adornos chinos, turistas, calor, guirnaldas y mucho bullicio me dieron la verdadera y exquisita bienvenida al continente. 

Pagoda street, Chinatown, la primera imagen que vi de Asia


Sin reserva previa de algún lugar para quedarse, pero con algunos datos previos de booking.com, llegamos al primer Backpacker y nos quedamos en ese. Era el Backpacker Inn Chinatown, limpio, habitación privada y con Aire acondicionado -que luego de un par de vueltas por la ciudad sospeché sería un must en el resto del viaje- en el corazón de Chinatown, bastante bueno, por SGD$55 para dos. No teníamos ánimos de regodiarnos, después de como 15 horas de vuelo y guardando las pocas fuerzas que teníamos para salir a recorrer un poco, pagamos, cambiamos los jeans y zapatillas por short y chalas, y salimos a caminar. Era alucinante.

Fuimos a comer y no entendimos muy bien cómo pedir, por lo que nuestro primer plato asiático fue un arroz con pollo muy fome. Recorrimos todo Chinatown, visitamos el Sri Mariamman Temple, un templo hindú y el primer templo extraño que veía en mi vida, por lo que la emoción de sacarse las chalitas y entrar descalza en él fue sublime. Pero un rato adentro me percaté de que mi short era demasiado corto para la ocasión y salí casi corriendo, temiendo haber sido irrespetuosa con la religión y por el consiguiente bulling de los locales. Luego de eso ya simplemente no teníamos energías y nos fuimos a dormir. 

Sri Mariamman Temple
Sri Mariamman Temple
Al otro día desperté y el grito de un pájaro selvático me recordó dónde estábamos y me sentí increíble, en un segundo ya estaba totalmente lúcida y con energías para saltar de la cama, ducharme y salir a caminar. Habíamos llegado de noche el día anterior, por lo que éste era mi primer día en Asia. Teníamos pasaje a la mañana siguiente a Kuala Lumpur, así que en pro de abaratar costos –y porque no queríamos tomar un taxi a las 4am en una ciudad extraña- esa noche dormiríamos en el aeropuerto, por lo que hicimos el check-out en el Backpacker y no pedimos dejar las mochilas ahí por todo lo que habíamos leído acerca de Asia y el robo y las llevamos con nosotros. Y aquí me es inevitable no acotar que a mi parecer, los chilenos, aunque más bien los santiaguinos que se quejan del robo en Asia son unos patudos, Santiago es para mí el lugar más peligroso en el que he estado así que no se hagan los primer-mundistas horrorizados por las malas costumbres de los asiáticos! Porque en Santiago sí que es donde las papas queman! –como diría una vez más mi sabia madre-.

Así que mochila al hombro y mapa en mano, caminamos por South Bridge road, cruzamos el Singapore River y nos fuimos por la costanera hacia el Asian Civilizations Museum, embobados por la maraña de edificios modernos con jardines exuberantes, calles impecables y todo tan moderno que parecía del futuro. El museo, que aparecía como un Must en la Lonely Planet –la cual fue mi biblia para los 2 primeros países y luego me aburrí- costaba SGD$8 y es muy recomendable sobre todo por las visitas guiadas que no tienen costo adicional, con la que llegando a Asia puedes tener una cierta idea de las culturas con las que vas a encontrarte y aprender una pincelada de las religiones presentes por esos lados: el budismo, el islam, el cristianismo, taoísmo e hinduismo. Y otra ventaja fue que pudimos dejar nuestras mochilas en el locker y salir a recorrer la ciudad el resto del día hasta la hora del cierre del museo. 

Cerca del museo está Marina Bay y lo más famoso de Singapur: el Merlion –mitad merluza y mitad león se burlaba Eduardo-, el símbolo del país, un ser formado por la cabeza de un león y el cuerpo de un pez, que escupe agua por la boca, donde convergen todos los turistas cámara en mano y nosotros no podíamos ser la excepción. El lugar es hermoso, una bahía rodeada de los más impresionantes edificios modernos y famosos protagonistas de las más envidiables postales, cuya estrella indiscutida es el Marina Bay Hotel, un edificio sacado de una película de ciencia ficción. El lugar es bonito, y si a eso se suma que Singapur es una de las entradas a Asia, uno de los centros financieros más importantes del mundo y que ese paisaje futurista se convierte en lo primero que ven muchos turistas que llegamos a Asia, entonces debo agregar que es bastante impresionante. 
 
Marina Bay y el Marina Bay Hotel

Caminamos hasta el infinito, almorzamos unos platos más interesantes aunque seguíamos sin achuntarle a nuestros pedidos, y nos fuimos a Little India, siguiendo los imperdibles de la Lonely Planet, pero al llegar allá no nos gustó mucho y luego de un par de vueltas desinteresadas volvimos al museo a buscar las mochilas, recorrimos Eu Tong Sen Street, una de las calles principales donde aún haciéndole caso a la Lonely Planet fuimos a parar a Yixing Xuan Teahouse, un lugar para degustaciones de té muy recomendable. Probamos algunos tés y comimos un pancake bastante raro, cubierto con hojas de té verde, muy bueno. La señora del local amablemente se sentó con nosotros un rato y nos conversó acerca de Singapur y del té. Cuando le dijimos que nos íbamos a Kuala Lumpur nos dijo “uf! Tengan cuidado es muy peligroso, no es como Singapur” y nosotros temimos un poco, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que en todos lados la gente decía lo mismo del país vecino. 

Luego del té y la conversa estábamos listos para dormir, pero volvimos a Chinatown a comprar algún recuerdillo, darnos las últimas vueltas y caer en los encantos de un señor vendedor al que le pedí un protector para el lente de mi cámara y terminó vendiéndome  un gran angular sin saber cómo –estos asiáticos secos-. Tomamos el metro devuelta al aeropuerto y nos acomodándonos en una banca por ahí para pasar la noche antes de nuestro vuelo a Kuala Lumpur. Y esa fue nuestra experiencia con Singapur, una ciudad a mi gusto hermosa, una pasada de día y medio que no fue suficiente para conocer la ciudad, pero sí lo fue para llevarme un buen recuerdo conmigo.  


Costanera del Singapore River
Singapore River
Costanera del Singapore River
Merlion, en Marina Bay
Marina Bay
Nuestro primer encuentro con la "frescura" de los alimentos en el sudeste Asiático, si bien esto no es nada para lo que veríamos más adelante, nos impactó harto



Costanera del Singapore River


Costanera del Singapore River
Little India
Little India
Yixing Xuan Teahouse